martes, 15 de abril de 2014

Otra vez me tengo que ir

Es que no aprendo... Estaba toda contenta después de mi safari en jeep, con los animales, los paisajes, la gente, el sol yema de huevo y la luna rodaja de naranja, y, de repente, me doy cuenta de que mañana me tengo que ir otra vez. Cierto que voy a Kathmandú, y me quedan muchas cosas por hacer que me apetecen, y reencontrarme con la mujer de Tensing y conocernos mejor, pero, ¡irme otra vez! No he tenido suficiente de estos paisajes, no he sacado foto a todos los árboles, se me han resistido el tigre, el oso hormiguero y el bisonte, ¡no he terminado!

Me encantan los paseos por la selva con Suki, el naturalista del hotel. Conoce perfectamente todas las huellas, los rastros (montañas de caca de rinoceronte, por ejemplo). Se para, escucha, está alerta, decide un cambio de rumbo, busca dónde es más probable que aparezca el bichejo. Y si le sigo, bien; si me paro a sacar foto de una hoja, ya puedo ir corriendo detrás de él, que esas minucias no son asunto suyo. Estamos a lo que estamos. Sigue murmurando en nepalí cuando no acierto a ver el hocico marrón de ese cocodrilo marrón en un río marrón lleno de manchas pardas. Hay que ver qué torpe es esta europea.

No sé si todo el mundo apreciará la belleza de estos paisajes, más allá de si se consigue ver animales o no. Para mi han sido unas días magníficos, emocionante al ver la primera rinoceronte, y también el nido de termitas con forma de catedral, las lianas abrazando árboles y matándolos lentamente (Suki no deja de remarcar el hecho del abrazo mortal, yo creo que le trae algo a la mente), las lagunas rosadas con esporádicos hocicos sonrientes de cocodrilos. Dormirse con estos sonidos de película, y disfrutar durante instantes del frescor breve, muy muy breve, de la mañana.



Huella de tigre, lo más cerca que estuve













Todo muy bonito, bucólico casi; pero lo más impresionante, sin duda, ha sido ver las chozas de paja y barro a las puertas del resort. He visto bastantes chabolas y chamizos en Nepal, pero creo que lo que más me ha impactado ha sido verlo tan tan cerca, tan a la puerta de un hotel casi de lujo. No podría haber más contraste.





Son casas bonitas, en realidad. Algunas han hecho fuera un pequeño jardín con flores, tienen un cobertizo para los animales, y están llenas de niños jugando. Hay electricidad, cuando hay, como en el resto de Nepal. Agua, en el patio, con una bomba que sólo había visto en las películas del oeste.Parecen habitables, incluso agradables. Ahora vamos a imaginar estas casas, de techo de paja y paredes de barro, cuando se pase las 24 horas lloviendo en los meses del monzón. Espero que ellos también puedan sacar provecho de los turistas que venimos a ver los animales con los que llevan siglos conviviendo.
Al volver del Safari y pasar por las chozas, he buscado al bebé que vi ayer, envuelto en trapos en el patio frente a una casa, llorando. Hoy estaba en brazos de su abuelo, que le cantaba y sonreía, inmensamente feliz. Le he saludado y me ha devuelto el saludo, sin parar de acunar a su nieto.



Como siempre, miles de fotos más, en mi flickr

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