domingo, 6 de abril de 2014

31-III-2014 Sinuwa Lodge

Un francés largo y flaco le ha hecho a un niño un perro con un globo. Dice que está en una ONG y que eso es mejor que darles dulces, que es lo que ellos piden. Creo que ha sido después de que se me cayeran las lágrimas porque quería volver a mis montañas.
Como suponía, bajar no ha sido fácil. Doloroso, más bien. Abandonar tan rápidamente el Campo Base, aún no sé si ha sido buena idea. Una noche de escaso sueño otra vez, por no querer perderme nada. En la luz penumbrosa de las 5 de la mañana ahí estaba, el Annapurna, rosa, azul, negro, fabuloso.
Corriendo a las 6 llevo a Soros al punto de la foto: foto del glaciar, foto del Annapurna, Annapurna Sur, Himchuli, ahora con más luz, más naranja, más fantásticos, y también Fishtail, y otra vez, más fotos, la luz cambia.
Bajar hasta el Machhapuchhre Base Camp es una gozada, casi corriendo, la nieve, el sol. Mr. Dev se cae una y otra vez (habrá más de dos metros de nieve y él es el que más peso lleva), pero los tres nos reímos y lo pasamos genial. Seguimos hasta la zona del hielo y las avalanchas, con menos hielo que el día anterior y Soros atento a los ruidos de aludes (yo también, cada vez que entramos en un tramos peligroso corro hasta pasarlo).
Al llegar a Deurali empiezo a darme cuenta de lo que he hecho: emprender el camino de vuelta. Duro. Otra vez muchas ganas de llorar, incluso mal humor. Estamos volviendo sobre nuestros pasos, no me gusta volver por el mismo sitio. En Bamboo, donde se supone que vamos a dormir, no hay sitio, me enfado, estoy cansada y quiero llegar a donde sea. El pobre Soros se agobia con mi enfado, pero se nos pasa enseguida. Me convence de que en Sinuwa habrá sitio, y yo le convenzo de que ni hablar de pararnos a comer en Bamboo si queremos que realmente en Sinuwa tengamos habitación. Así que nos comemos una cuantas escaleras más hasta Sinuwa.
Green Mansions Resort, Chitwan: hasta aquí llega la narración, que he tenido que completar con textos escritos el día siguiente. Como se ve, había sido un día larguísimo, estaba agotada en cuerpo y alma y no hubiera podido escribir gran cosa. Por suerte, un finlandés, el francés de los globos (¡y también ukelele, un fenómeno!), un canadiense y una china de Nueva York me sacaron de mis melancólicos pensamientos y disfrutamos de charlas viajeras hasta cerrar el local (a unas horas intempestivas, las 8 de la noche, creo). Un placer.

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