domingo, 6 de abril de 2014

Annapurna Base Camp

Justo a tiempo, nos hemos librado de la nevada. Hielo, mucho hielo esta mañana, muchas dudas, conatos de retirada, si no es por estos campeones en vaqueros y playeros, me doy media vuelta. Realmente, es todo cuestión de cabeza. En cuanto he superado el pánico, todo ha empezado a ir mejor. Muy mala noche, escuchando el granizo sobre el tejado e imaginando avalanchas. Hoy parecemos todos de lo más profesionales (aquí me refiero a los extranjeros). Los guías y porteadores ya se han agrupado para descojonarse de nosotros.
La altura: me ahogaba al llegar al letrero y pensar, pensar... Incluso me he tenido que desabrochar la mochila, mal rato. Otra vez, todo estaba en la cabeza. Espero que la foto de los tres junto al cartel de bienvenida al ABC haya quedado bien, sería para enmarcar.
No estoy especialmente inspirada hoy. La primera parte del día sólo podía pensar en respirar y no caerme; después, ya sobre una nieve perfecta, bien aplastada, respirar y respirar. Cuando Soros me ha señalado el ABC, no le creía, me parecía muy cerca, pero una señal indicaba que faltaba aún una hora. A veces, mientras caminamos, creo que ha pasado 5 minutos y realmente es una hora.
Vaya cuadrilla de vikingos y vikingas que se ha juntado aquí.
Creo que aún no he explicado la rutina al llegar a las paradas: el guía y la persona encargada del refugio negocian, creo, la habitación, porque no siempre me encasquetan directamente, a veces se toman su tiempo. Soros me indica dónde están la ducha y el baño, y cómo funciona el agua caliente. Yo apilo mis cosas y me introduzco en el antro de turno. Al salir de la ducha, convertida de nuevo en persona, me acerca el menú para que pida la comida. En algún momento antes o después supongo que comen ellos. Después, la tarde transcurre vagueando, escribiendo, jugando a las cartas o en puro estado vegetativo, como creo que va a ser hoy. Los cuire nos sentamos en una zona, ellos en otra. Cada cierto tiempo, los guías se acercan a sus cachorros para ofrecernos té. A eso de las cinco, vienen para que elijamos la cena y a qué hora la queremos. Nada más terminar de cenar, elegir desayuno y horario para el día siguiente.

Desde mi confortable resort en Chitwan: pobrecilla, sí que durmió poco, y sí que se puso emocional al llegar al ABC y tuvo que hacer un gran esfuerzo por pensar en cosas intrascendentes, porque le salían lagrimones y se ahogaba, un momento intenso.
Aquí habría que añadir también una explicación meteorológica sobre este trekking. El tiempo está asegurado: calor durante el día, mucho calor, tanto que, a la media hora de empezar a andar, o incluso antes, ya se despide un atufante hedor (no entiendo cómo hay quien no se ducha en cuanto llega), y, a partir de las 12:00, ya se puede esperar que comiencen las lluvias torrenciales, que son granizada o nevada, dependiendo de la altura. Cielos despejados y fantásticas vistas por la mañana, cielos nublados al atardecer. Con esto quiero explicar que, para cuando se llega al Campo Base, ya no ves más que los edificios de los refugios, porque o esta nevando o empieza a nevar, y hay que esperar hasta el amanecer siguiente para gozar con los Annapurnas y el Machhapuchhre. Pero, al día siguiente, primer día de bajada, tampoco es conveniente demorarse demasiado a la salida, porque hay que llegar a la zona de las avalanchas antes de que el sol caliente y menee la nieve. ¿Tal vez debería haber hecho dos noches en el ABC y disfrutar unas horas más de la cercanía de las cumbres? No lo sé; en cualquier caso, no lo hice.

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