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martes, 22 de octubre de 2013

Oda a los señores de los peajes

Día tonto, pensaba yo. Conducir hasta el hotel de Chitose, algo de parloteo con Cyndi, de sus trabajitos como voz de navigator y de otros asuntillos más rentables (tener una voz dominadora puede ser útil, dice), lavar ropa, tal vez un post sobre comida, en fin, poca cosa. Ay, qué mal lo he pasado.

 

Retomo el título:

Oda a los señores de los peajes,

oda a su amabilidad, oda a su competencia.

Oda al señor que me dejó volver a entrar en la autovía sin cobrarme, porque por allí no iba a encontrar gasolineras y por la autovía sí.

Oda a los del siguiente peaje que, cuando ya no me quedaba ni la reserva, sacaron cinco litros de su coche y me solucionaron la papeleta.

Oda a todos los que iban detrás de mí a 60 por hora, para gastar lo menos posible, y ni pitaron, ni me dieron las luces ni nada.

Oda a todos por seguir los cánones del japonés típico y tópico, porque si no, me quedo tirada y hubiera sido un papelón llamar a la asistencia en carretera en japanglish.

No tengo arigatous suficientes para agradecerles. Reverencia, reverencia, reverencia. De las de 90 grados.

 

¿Y cómo fue que llegué a este momento? Un cúmulo de circunstancias concatenadas para recuperar mi fe en el japonés medio. No, parecerá mentira, pero al principio de la mañana había tenido un par de palabritas con un imbécil con pinta de macarra jakuzero que me había dado las luces varias veces para que le dejara adelantarme. Tanta prisa tenía, que llegamos al 7 eleven los dos a la vez, es lo que pasa cuando haces el memo adelantando.

En fin, farfullando aún del macarra, me dice Cyndi que me meta en la motorway. A pesar de su nombre, y del peaje, la motorway no es más que una carretera con dos carriles, uno para cada sentido, separados por postes, y con muy pocas salidas, y, ahí vamos, NI UNA GASOLINERA EN MÁS DE 100 KILÓMETROS. Tal vez lo decían en algún cartel, pero estoy por asegurar que no avisaban. Tal vez, también, en alguna de las salidas hacia alguna población hubiera gasolineras, pero tampoco se anunciaba. Así a lo tonto, el depósito, que empezó más o menos por la mitad, se me iba vaciando (coche pequeño, depósito pequeño, ni 30 litros). "Tiene que haber un área de servicio enseguida". Pues mira, sí, pero sin gasolinera.

Empieza a parpadear el indicador. Sudores, escenarios terroríficos en mi cabeza: ¿cuántos kilómetros puedo seguir desde que empieza a parpadear? ¿Me quedaré tirada en este túnel de 5 kilómetros? ¿A quién llamo, qué hago? Calma, calma, suave, calma.

A catorce kilómetros una salida. OK, yo me voy de aquí como sea, algo habrá, ya encontraré luego el camino correcto, yo me salgo y listo. Los catorce kilómetros más largos de mi vida, creía. Y el indicador venga a parpadear, hala, dando ánimos. Cyndi calladita, la muy bruja. "Indicar gasolineras está fuera de mis funciones, darling". Yo me la cargo. "Mira, bonita, a ver si al final vamos a acabar mal".

Señor de peaje número uno: le explico, en todos los idiomas que creo necesarios, que realmente no quiero salir, sino que me he quedado sin gasolina, que por favor, me indique dónde puedo repostar. "En 20 kms., aquí no hay, la más cercana es en la siguiente salida." Aquí creo que el agobio no me daba ni para sudar. Rápidamente me indica que no, que no pague, que dé la vuelta y que vuelva a meterme en la motorway, que sí, que me queda suficiente en el depósito para llegar. Si él lo dice, si no hay más remedio que volver a esa carretera trampa, está bien, vuelvo.

Al menos, ya tengo la seguridad de que en la siguiente, problema resuelto. Vuelvo a disfrutar del paisaje, el otoño más deslumbrante que he visto jamás, eso ante todo, los bosques multicolores de Hokkaido. Cyndi confirma que hay un peaje de frente, que siga de frente, que por ahí está el paraíso de las gasolineras.

Pero, amiguitas y amiguitos, Cyndi tenía el mapa antiguo, no el nuevo, en el que la motorway llega derechita hasta Chitose. Vi una salida a la izquierda, me paré incluso, dudando, pero Cyndi insistía en que de frente, y ella me había guiado por los parajes agrestes del far East hokkaidense sin equivocarse ni una vez. Y seguí de frente, hacia la nada. No había peaje, la pesadilla seguía, más y más kilómetros encerrada, ni atisbo de un cambio de sentido, sin opciones: porque en ese momento, cuando me di cuenta de que tenía que haber ido a la izquierda, fue tan grande mi NOOOOOOOOOOOOO, que si llega a haber una remota posibilidad de hacer una pirula y saltar al otro sentido, no sé qué habría sido. En vez de Hokkaido llego a estar en Maine, y ya tenía a Stephen King en el asiento de atrás tomando notas de mi angustia.

No sé los minutos que pasaron, o las horas, ni la distancia. Realmente, no consigo recordar. Sé que, al final de algún túnel, de los muchos que había, vi una salida. Sé que giré a la izquierda, y que me planté allí y les enseñé el indicador de depósito, que parpadeaba casi más tembloroso que yo. Ellos fueron los señores del peaje número dos: corriendo, literalmente, me mandaron aparcar, uno llamó a otro, el otro a un tercero, todos se volcaron buscándome una solución, y disculpándose por hacerme esperar (¡increíble!). Finalmente, la conclusión fue sacar gasolina de uno de sus coches y pasármela al mío, que si me parecía bien, y que eran 795 yenes. Lo que sea, faltaría más, si no me llegan a cobrar estaba pensando en darles mi comida en agradecimiento (qué cosas pasan por la cabeza). Con recibo de la operación, que lo voy a enmarcar. Por si fuera poco, unos cuantos mapas para aclararme que el navigator no tenía ni idea, que la motorway ahora era mas larga (como te coja, Cyndi...), y que tranquila, con esto llegas a Chitose de sobra, pero si quieres, de aquí en adelante, todas las gasolineras de Hokkaido.

 

Atardecer desde el hotel de Chitose... Llegué!

 

sábado, 19 de octubre de 2013

Por tierra, agua y aire

Por tierra: datos, interesantes o no, sobre conducir en Japón. Como me presupongo que la mayoría, si va a conducir, alquilará el coche aquí (si queréis venir por tierra con vuestro coche, creo que hay un ferry desde Vladivostok, que no sería el primer caso), empezaré por desmitificar el tema del precio. Caro, pero no tanto, depende, por supuesto, del coche, y de los días que lo queráis. Así, puede llegar a salir por unos 50 euros al día, que es lo que te viene a costar en muchos sitios de Europa y, mira, también en Chile, pero aquí la calidad es infinitamente superior.

GPS, más conocido como navigator. Un infierno, al menos el de mi coche. De hecho, aún no sé cómo funciona. No tiene menú en inglés, así que le introduzco el dato del destino, tal y como me enseñó una de las trabajadoras del anterior hostel: pulsar Navi, luego el tercer botón, meter el número de teléfono de la dirección a la que vas, y dar al botón de la derecha. "¿Segura qué no hay que hacer nada más?", contesté, más bien incrédula. "Sí, sí, ya está." "¿Y con eso me sale la voz en inglés?", esa americana tan maja que me avisa con mogollón de tiempo de que tengo que "turn left in 400 hundred meters", pero sin pronunciar la "t", del mismo Arkansas ella. "Sí, sí, ya está" perdiendo la escasa paciencia que tenía, poco don de gentes para trabajar en un hostel. Pues no, no es suficiente, para que me hable y me salga el mapa, le tengo que dar a un montón de botones más, que nunca recuerdo, y apagar y encender el motor, la solución infalible, el mejor invento de la humanidad después de las lavadoras e internet (curiosamente, muy útil para que funcione el segundo). Pensaréis que en la oficina de alquiler me podían haber explicado... Podría haber sido así, pero no, no sabían inglés, me hicieron el favor de buscarme el teléfono del hostel, tocaron esos botoncitos mágicos, surgió la voz de miss Arkansas y, al salir del garage, como al salir de Rivendel, "Mordor, Gandalf, left or right?". Así llegué a mi primer destino, y supuse que ya me las arreglaría en los siguientes. Me las arreglo, pero sigo sin saber cómo. Encontraréis más datos sobre estos navi nipones en los foros (ahora los he leído, a buenas horas). Para ir a destinos sin teléfono tienen unos "map code" que, al parecer, facilitan en las oficinas de turismo.

Estilo de conducción: atención, estimado público. Hecho: en Japón no hay rotondas. Al menos, no en Hokkaido, y llevo unos 500 kms hechos. ¿Cómo se las arreglan? Pues como buenamente pueden, claro. En los cruces, el semáforo verde te da derecho a ir de frente, y si quieres ir a derecha o izquierda, esperas a que haya hueco. Por ahora no he visto tráfico muy denso, ni en Sapporo, así pueden funcionar que si no... Y si alguien creía que con lo educados que son, discretos, celosos de expresar sus sentimientos, no iban a usar el claxon, nada, otro mito destruido. Lo usan. No me preguntéis por qué lo sé, pero lo usan. Algunos semáforos en rojo, al igual que en el resto del mundo, son optativos. Lo que sí tienen es dedo para marcar el intermitente, ese que mucha gente tiene atrofiado en Europa y América.

Límites, señalización: hoy me he percatado de que las señales de stop no son hexagonales, sino triangulares, como las de ceda el paso. No questions, please. En cuanto a los límites de velocidad, había leído que en Hokkaido había muchos accidentes, en comparación con el resto de Japón, y que eran muy estrictos con los controles de velocidad. Se van a forrar a multas, porque si pones límite de 50 kms en una carretera secundaria y de 70 en una autovía, eso es utópico y puro afán recaudatorio. Ah, y 80 en la autopista, pero estaba lloviendo, ya veré lo que se puede si no llueve.

Toda esta chapa, por si a alguien le resulta útil y para descargar mis divagaciones, porque yo creo que la americana no es muy charlatana, sólo le interesan los cruces, va a lo suyo, por suerte para mí. Que no se entere de que hoy no me fiaba de ella y he sacado un par de veces mi GPS de monte, por comprobar si íbamos a donde íbamos o a Vladivostok.

Si no os interesa el tema de las tribulaciones automovilísticas: hoy he recorrido 200 deliciosos kms. por el norte de Hokkaido, desde Daisetsuzan hasta el parque nacional de Akan, y ha sido fantástico. El día fresco, soleado y despejado; los paisajes, abrumadores. Colinas suaves coloreadas con un collage de otoño, tantos tonos en una misma ladera, todas las gamas del ocre, los verdes, unas motas de negro de los abetos. Por encima de la colinas, formando coronas y murallas, las cumbres nevadas, brillantes bajo el sol frío. El primero que se me ha insinuado, el Asahidake:

Tendréis que creerme los tonos de las montañas, porque no podía parar más que a lo básico, era un camino largo. También creeréis, espero, que hay una gran, enorme, ingente cantidad de granjas y tierras de cultivo. Que apenas hay toriis (con lo que me gustan), y que las viviendas son casi todas estilo occidental, hay muy poco jardín tradicional japonés, ni tejados grises con las puntas redondeadas. En muchos rincones se podría pensar que estaba en otro país. Es lo que pasa con los tópicos.

Por agua: después de tanto coche, he llegado al hostel suplicando por caminos para hacer aruite, aruite (andando). ¿Os acordáis del señor aquel de Karate Kid, el que cazaba la mosca con los palillos? Debe ser que dejó en cine y puso un hostel aquí, igualito, igualito. Si cojo confianza daré pruebas gráficas. Bien, él me ha dicho de un rotenburo en el lago, a media hora del hostel. Rotenburo, no hay que decirme más. Luego resultó que era "el" rotenburo, uno que sale en las fotos promocionales con unos cisnes y unas japonesas muy moñas bañándose. Mis fotos son otras:

Lago Kussharo-Ko, con la isla Naka jima en el centro
El rotenburo Wakoto, al sur del lago Kussharo

Este rotenburo es "medio" salvaje. No hay taquillas, ni duchas, sólo una caseta de madera por si alguien se quiere desnudar dentro. Es mixto, claro, aunque hay una pequeña división entre zona de hombres y de mujeres. Para mí ha sido de los mejores en los que he estado, una paisaje tan delicadamente bello, el lago, la isla, las montañas...

Por aire: entonces, cuando estaba disfrutando del agua caliente, del cielo increíblemente limpio, han pasado los cisnes volando.

Bueno, pues ya está hecho el día.