lunes, 9 de julio de 2012

Parte 2: de Sanae-san

Como iba diciendo, Sanae-san se merece una entrada ella solita, por  majetona-san y por nuestra historia internetera, gran comienzo para una relación.

Por si no se ha notado, no soy un genio de la informática, ni siquiera llego a usuaria de nivel alto. Digamos que soy una "usuaria bien asesorada" (pedazo de asesores que tengo, eso sí, gracias, majos!). Así que, si llego a un hotel después de pasar unas 30 o 40 horas arrastrándome por el globo, con mi primera dosis de calor japonés en el cuerpo (y no mucho calor, sólo el de primavera), un sueño que me dificulta hasta hablar, por no decir lo que me puede costar balbucear en nipón, y pregunto a la amable recepcionista por "interneto, wireless?", enseñando mi iPhone, y esa amabilísima mujer, con cara de haberme entendido, me da un montón de adaptadores-pinchos o lo que sean para enchufar, yo, en ese momento, y, que me perdonen mis asesores, sólo bajo esas extremas circunstancias, me creo que voy a poder conectarme a internet enchufando el teléfono con ese aparatejo (una pena, lo siento, no me daba la vida como para sacarle una foto, pero era algo así, sólo que con más patas, y en vez de a usb, se enchufaba en la corriente eléctrica)



Ahora me río, pero de verdad que no podía con el alma.

Bien pertrechada con el cefalópodo en cuestión, Sanae-san me deja en mi super habitación de 14 tatamis (14 tatamis son muchos tatamis, más explicaciones al final), y listo, sólo queda enchufarme, dar señales de vida vía Skype (después de la cuenta de teléfono del año pasado, que me ha hecho cliente del año de Vodafone, no gasto ni un yen de más) y, por fin, descansar, darme un super baño en mi ofuro, buscar un konbini, dooooooormir.

Pues no funciona. Esto parece un multicargador de móviles, no le veo yo que tenga nada que ver con internet (se ve que fui recuperando el razocinio).

Nada, fácil, fácil. Sólo tengo que bajar a recepción, explicarle que con eso no te puedes conectar a internet, y que no necesito un cargador, sino la clave del wifi, y solucionado el entuerto. ¿Cómo se decía todo eso en japonés? Me da que ese día no fui a clase.

Obviamente, me expliqué de pena. Sanae-san me acompañó a la habitación y probó el aparatejo en todos los enchufes. También comprobó que todos los enchufes funcionaban. Ni por esas, internet que no quería salir por el cable.

Solución 1: pensó que mi teléfono necesitaba otro "cargador de internet", así que se fue a una tienda a comprarme uno.

Solución 2: hasta los de mi nivel informático entenderéis que no sirvió de nada, así que llamó a su sobrina, que al parecer sí entendía de qué iba la cosa, y me dejaron un portátil, todito para mí, para tenerlo en la habitación los días que estuve allí. Para subir mi orgullo informático, conseguí instalarme el skype (sí, ya sé que es una chorrada, pero no lo es tanto si lo tienes que hacer en japonés, fueron unos cuantos clicks intuitivos), y también atiné a que funcionase el micrófono y poder, por fin, dar señales de vida.

Todo esto duró unas dos horas, con conversaciones en japanglish por ambas partes. Ella hacía grandes esfuerzos por decir palabras en inglés, yo sudaba en japonés, todo sin perder la sonrisa en ningún momento. 

El resto de los días, maja, maja, maja. Por las mañanas ambas practicábamos el idioma contrario, con muchas risas. Conseguía explicarle lo que quería hacer, y ella me buscaba información de Tokushima en una guía Lonely que tenía en inglés. Y por la noche, otra charleta para contar las aventuras del día. También me buscó un posible compañero de viaje, pero eso será tema para otra entrada.

Supongo que, quien más quien menos, estará acostumbrado a leer historias sobre la legendaria amabilidad nipona. Cierto, son, así en general y sin tener cifras exactas, muy amables. Cierto también, que gente amable que hace lo que está en su mano para ayudar a un extranjero, aunque no tengan un idioma común, me la he encontrado en Roma, Londres, Palencia, Copenhague, Nueva York,  Berlín, Soria, Polonia, Bilbao... 
Otro hecho es que, como decía un amigo, ser cliente en Japón es ser dios, te tratan muy bien, y por el mismo precio, lo que te dan, en calidad del servicio, e incluso diría que en respeto, es muchísimo más. El choque que te das al volver a occidente es una gran bofetada. Pagando, la amabilidad y el servicio japoneses se elevan a la enésima potencia.

Dicho todo esto, Sanae-san era un encanto, y ya está.




14 tatamis: en Japón, las habitaciones se miden por la cantidad de bloques de tatami que hay en el suelo. Cada bloque mide... 90cm x 180cm x 5cm (gracias, wiki, http://es.wikipedia.org/wiki/Tatami). No hay que sacar el libro de EGB o ESO, así a ojo ya sale que era una habitación grandecita.

Ofuro: resumiendo, http://es.wikipedia.org/wiki/Ofuro. Lo que no llega a expresar la wiki es el inmenso placer que se siente dejándote reblandecer en agua muy caliente. La opción onsen o rotenburos (vosotros mismos, sólo hay que escribirlo en google, OK?) es más ecológica, por eso de que es compartido, ya os enseñaré unos cuantos, todo a su debido momento.

Konbini: tiendas tipo 7eleven, versión japonesa http://es.wikipedia.org/wiki/Tienda_de_conveniencia. Fuente de subsistencia para muchos, aunque los supermercados a mí me divierten más, hay mucha comida que no sé lo que es y nunca se ofendió nadie por que sacase miles de fotos de extraños alimentos, o lo que quiera que fuesen.












miércoles, 4 de julio de 2012


Parte 1: un largo viaje y Sanae-san

¿Cuántas horas se puede tardar desde Bilbao a Tokushima? Otra forma de medirlo serían cuántos capítulos de Guerra de Tronos pude leer, cuántas historias inventadas sobre compañeros de vuelo o cuántas deducciones de innegable calidad estadística sobre eficiencia europea o sobre el nivel de vida en Japón, sus usos y costumbres.

Veamos: estás en un aeropuerto europeo, pongamos que el de Bilbao, así, lo primero que se me ha ocurrido, y a diez minutos de tu hora de embarque, las pantallas siguen inmutables anunciando los vuelos que salieron hace 4 horas. Mantengo la calma, esto es así.
Visto que las pantallas siguen enclavadas en el pasado (no vamos a hacer fáciles alegorías sobre Europa),  la solución es lanzar por megafonía, en correctísimo castellano, pero nada más, que, por favor, los pasajeros con destino a París se dirijan, urgentemente, a la puerta de embarque número 8 (urgentemente, porque es sabido el poder adivinatorio de los pasajeros en estos casos, es que no sé en qué estaban pensando que todavía no habían ido a la puerta en cuestión). Con resignación cristiana, hago memoria de cómo se dice 8 en francés para ayudar a un pobre ciudadano galo a llegar a la puerta y obedezco, qué remedio. Bonita forma de tomar el vuelo número 1 de los Xmil medios de transporte hasta llegar a Tokushima.
Ayuda a tomárselo con calma el hecho de que me encante coger aviones, trenes, barcos, autobuses, monopatín o lo que haga falta para trasladarse. Me lo paso pipa, porque es por una buena causa: viajar!, si fuera por trabajo, no sé si le vería tanta gracia. Y otro gran aliciente es no tener nada que hacer.  Tú te subes al avión, te acomodas en tu sitio como puedes, y sin más, 11 horitas libres. Habrá a quien le parezca una simpleza, alguien sin compromisos familiares o animales puede disponer de vez en cuando de 11 horas libres seguidas, de golpe. Cierto. Pero en mi caso, no lo consigo. 11 horas sin hacer nada, y despierta? No recuerdo. Dormida tampoco, no hay forma de enganchar tanto tiempo soñando (y sueño mucho, tal vez me levantaría más cansada). Lo he intentado, de verdad. Incluso algún médico me ha sugerido que "baje el ritmo". Inútil, no me sale. Salvo que me metan en un avión, ahí lo consigo con deleite y regodeo. 
Lo que no pude evitar fue sacar mis conclusiones personales antes de quedarme dormida (actividad mental cuenta?).
Ubicación: zona de embarque del aeropuerto Charles de Gaulle. Vuelo París-Tokyo. Pasajeros: así a ojo, 90% japoneses, de los cuales, pinta de andar bien de pasta, 90%. O eso o las bolsas enormes de tiendas carísimas de trapitos parisinos estaban llenas de baguettes, que lo mismo lo hacen para mantener la imagen de oriental forrado, a tanto no llegué. Porcentaje de europeos en clase business, lujo o  relujo: 0%. Discretos que somos.
Agotada tras tanto esfuerzo, hice lo posible por dormitar durante el vuelo, para ver si esta vez ganaba la partida al jet-lag. Unas turbulencias demasiado turbulentas por Siberia y una occidental con tos persistente  me lo pusieron difícil, pero algo, algo, ya dormí. Falta me iba a hacer, porque el itinerario seguía tal que así:
Tokyo Narita-Tokyo Haneda-avión a Takamatsu-autobuses a Tokushima-Tokushima station hotel.

Tokyo Haneda: bien, letreros en japonés! Voy a practicar, por la cuenta que me trae! Bien, soy la única occidental del avión, qué ilusión!!!! Ya veis, una viajera agradecida que disfruta con cosillas simples. Más que la única occidental, era de las únicas viajeras, íbamos cuatro nekos y yo, no había mucho movimiento a Shikoku, al menos en avión.
¿Qué veo, un avión de Picachu? ¿O es Pokemon? ¿O los dos? (que yo me quedé en Heidi y Mazinger Z) ¡Quiero, quiero!!!!



Takamatsu airport: pero qué simpáticos! O sea, que si te pierden la maleta, te puedes meter en este cuenco de sanuki tamaño ofuro, muy práctico, sí señor!



Autobuses a Tokushima: aquí ya me va fallando un poco la neurona  que mantengo despierta para casos de emergencia. Lo típico: tú te has levantado en otro continente, has ido por el mundo mochila en ristre con toda la ilusión, has desayunado o comido o cenado o desayunado... No, ya no sabes lo que toca, pero tienes muy bien apuntado dónde te tienes que bajar de un autobús y dónde coger otro, crees firmemente en la veracidad de tus datos, aunque estés en un extraño lugar llamado Yume City (la versión japonesa de un experimento genético para cruzar una zona comercial con un polígono industrial), y tienes hambre. Así que pillar nutrientes, reconfirmar la hora local y el horario, y esperar. Pobre mochila, agotada estaba.



Tokushima station hotel: hace honor a su nombre, y está al lado de la estación, un detallazo. Ahí, a la derecha del callejón, habitación de 14 tatamis, quién lo diría.



Dentro, esperándome, Sanae-san, rebautizada como majetona-san, que se merece otra entrada. Así será!