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domingo, 23 de marzo de 2014

Kathmandú existe

Era uno de los objetivos, comprobar que existe Kathmandú y que no es un lugar imaginario, como Rivendel o Atananarivo (ah, ¿que está en Madagascar? ¿Cuál, Rivendel o Atananarivo?)
Sí, existe Kathmandú: lo he visto, olido (a polvo e incienso), probado (pizza, arroz con lentejas) y ahora mismo lo estoy oyendo perfectamente, suena a concierto de cláxones. De momento no me molesta, me ayuda a sentir que esto es real.
Porque hay otras sensaciones que me siguen pareciendo un sueño:

Estupa de Boudhanath

Boudhanath
Hombre en Patan

Plaza Durbar, Patan

Hablando de sueño: mucho, kilos de sueño. El divertido periplo Bilbao-Estambul-Dubai-Delhi-Kathmandú casi me hizo dudar (sólo "casi") de si realmente merecía la pena pasar 26 horas en cuatro aviones y cinco aeropuertos para llegar de noche a una ciudad a oscuras y subirme a un coche con dos desconocidos que, circulando por calles y callejones casi desiertos, parecía que no iban a dar con el hotel. Tendría que contar todas las conversaciones con Mingma sherpa, el responsable de Acclimatize Nepal y una persona extraordinaria; también tendría que explicar las caras, los camiones de colores, cómo es un colegio normal o en cuántos idiomas saben pedir caramelos los niños; a qué horas cortan la luz y el ronroneo del generador del hotel. Qué puedo comer y beber, y qué no, porque el agua no está potabilizada. O cómo el habitual gesto de cruzar la calle aquí está entre el arte y deporte de riesgo. Conducir ya entra en el campo de los fenómenos inexplicables.
Lo contaré, y mucho más, pero ahora tengo que generar energía: mañana a las 7:00, autobús a Pokhara; de ahí, en coche a Nayapul y comienzo del trekking hasta Birethanti.

Fuente comunitaria en plaza Durbar, Patan