Mostrando entradas con la etiqueta rotenburo. Mostrar todas las entradas
Mostrando entradas con la etiqueta rotenburo. Mostrar todas las entradas

lunes, 21 de octubre de 2013

Hoy es lunes, y llueve

De lo segundo me he dado cuenta casi toda la noche, ese dulce repiquetear en la ventana..., no, no he dormido mucho. Pero de lo primero, para darme cuenta de lo primero me he ido hasta Abashiri (échale casi una hora conduciendo bajo la lluvia) para ir al Museo de los Pueblos del Norte (los ainu entre ellos) y como tiene que ser un lunes, encontrarlo cerrado. Las vacaciones, que está una en la inopia.

Premio de consolación, a un kilómetro del museo:

Abashiri, sin embargo, es famosa en todo Japón por su cárcel-museo. Esta sí estaba abierta, pero no me apetecía lo más mínimo. Es para gustos, raras veces visito sitios donde sé que ha habido tanto sufrimiento, y por lo que se cuenta, este lugar fue especialmente cruel.

Camino de vuelta hacia mi zona (Kussharo), Cyndi, que ve me un poco chafada, me acerca al mar, a ver si me animo. Ni más ni menos que el mar de Okhotsk, un nombre que me sonaba a viajes de leyenda, me ha hecho una ilusión tremenda verlo y olerlo: un olor rarísimo en un mar, entre dulzón y levemente salado, casi diría que olor a cangrejo. Esto puede ser sugestión, porque justo he aparcado en el mercado de pescado de Abashiri, donde se vende y se come el cangrejo rey. Para sueldos de reyes, tal vez no sea temporada.

 

Y, en el horizonte, Rusia

 

 

Lo que le damos al mar...

 

 

La foto es gratis

Estos días en Hokkaido, que ya se me acaban, por esta vez, he visto paisajes increíbles, os he enseñado algunos, y otros simplemente son lo típico de la zona, lo que se repite en cada recta, entre pueblo y pueblo. Ya os dije que había muchas granjas, y que las edificaciones no eran las típicas del Japón más conocido. También ha habido carreteras bordeadas por bosques (la mayoría) en las que me habría parado cada dos metros, esas carreteras que salen en los anuncios de coches. Ahí va un poquito de lo mucho que he disfrutado:

 

 

 

 

 

 

 

 

Aún quedaban unas cuantas locuras de la naturaleza. Vamos al monte Iō (Iōzan). Desde un alto he visto un chorro de vapor, he pensado que sería una fábrica, alguna tenía que haber por aquí. Bien, si estáis por esta zona y veis vapor, casi al 100% segura de que va a ser una fumarola volcánica. El monte Iōzan digamos que está formándose, a chorro limpio, delante de nuestros ojos y nuestras narices: ese olorcillo a azufre que te hace pensar en huevos cocidos... Una montaña impresionante, fantástica como una novela de aventuras del siglo XIX, irreal.

 

¡Lo que crece en una zona libre de sulfuro!

Ayer Mashū-ko, el lago con las aguas más limpias del mundo (declarado como tal en 1931, qué cosas), y para los japoneses el lago más bonito, se me escapó. Y eso no podía ser, hoy he calculado bien los tiempos y las distancias (salvo lo de ser lunes). El tema de que se despejasen los cielos no estaba en mi mano, pero yo creo firmemente que sus aguas son las más limpias. En cualquier caso, un lago muy bonito, con una historia geológica aún mejor. En el centro de visitantes que está en el parking, además de poder comprar algún recuerdo más o menos tonto y de comer algo caliente (hoy hacía falta), explican la formación del lago en japonés con subtítulos en inglés. Se trata de una caldera volcánica, pero formada en dos fases. En la primera, hace 32.000 años, un volcán erupcionó dejando un cráter que forma aproximadamente el perímetro actual del lago. Y hace sólo 7.000 años, en otra erupción, aparecieron el islote Kamuishi y el monte Kamui, en un extremo. Ningún río fluye al lago, por lo que sus aguas provienen sólo de la lluvia y los deshielos, de ahí su pureza. Lo dicho, ese detalle no se puede apreciar en mis fotos.

El rotenburo Wakoto fue lo primero que vi al llegar a Kussharo; las experiencias nunca se pueden repetir, pero se puede intentar. Hoy no ha sido tan relajante para la cabeza; sí para el cuerpo, el agua estaba ardiendo; y para la vista, porque han aparecido decenas de gansos blancos, a los que yo tomé por cisnes. Ilusa, un cisne es un pajarito mucho más pacífico. Los gansos blancos son igualmente fotogénicos, pero unos escandolosos, qué griterío, un escándalo.

En este momento no sabría decir quién está más cansada, si yo, el iPad, o Enya, que lleva sonando unas cuatro horas como hilo musical en el hostel. Mañana vuelta a Sapporo y despedida de Cyndi.

sábado, 19 de octubre de 2013

Por tierra, agua y aire

Por tierra: datos, interesantes o no, sobre conducir en Japón. Como me presupongo que la mayoría, si va a conducir, alquilará el coche aquí (si queréis venir por tierra con vuestro coche, creo que hay un ferry desde Vladivostok, que no sería el primer caso), empezaré por desmitificar el tema del precio. Caro, pero no tanto, depende, por supuesto, del coche, y de los días que lo queráis. Así, puede llegar a salir por unos 50 euros al día, que es lo que te viene a costar en muchos sitios de Europa y, mira, también en Chile, pero aquí la calidad es infinitamente superior.

GPS, más conocido como navigator. Un infierno, al menos el de mi coche. De hecho, aún no sé cómo funciona. No tiene menú en inglés, así que le introduzco el dato del destino, tal y como me enseñó una de las trabajadoras del anterior hostel: pulsar Navi, luego el tercer botón, meter el número de teléfono de la dirección a la que vas, y dar al botón de la derecha. "¿Segura qué no hay que hacer nada más?", contesté, más bien incrédula. "Sí, sí, ya está." "¿Y con eso me sale la voz en inglés?", esa americana tan maja que me avisa con mogollón de tiempo de que tengo que "turn left in 400 hundred meters", pero sin pronunciar la "t", del mismo Arkansas ella. "Sí, sí, ya está" perdiendo la escasa paciencia que tenía, poco don de gentes para trabajar en un hostel. Pues no, no es suficiente, para que me hable y me salga el mapa, le tengo que dar a un montón de botones más, que nunca recuerdo, y apagar y encender el motor, la solución infalible, el mejor invento de la humanidad después de las lavadoras e internet (curiosamente, muy útil para que funcione el segundo). Pensaréis que en la oficina de alquiler me podían haber explicado... Podría haber sido así, pero no, no sabían inglés, me hicieron el favor de buscarme el teléfono del hostel, tocaron esos botoncitos mágicos, surgió la voz de miss Arkansas y, al salir del garage, como al salir de Rivendel, "Mordor, Gandalf, left or right?". Así llegué a mi primer destino, y supuse que ya me las arreglaría en los siguientes. Me las arreglo, pero sigo sin saber cómo. Encontraréis más datos sobre estos navi nipones en los foros (ahora los he leído, a buenas horas). Para ir a destinos sin teléfono tienen unos "map code" que, al parecer, facilitan en las oficinas de turismo.

Estilo de conducción: atención, estimado público. Hecho: en Japón no hay rotondas. Al menos, no en Hokkaido, y llevo unos 500 kms hechos. ¿Cómo se las arreglan? Pues como buenamente pueden, claro. En los cruces, el semáforo verde te da derecho a ir de frente, y si quieres ir a derecha o izquierda, esperas a que haya hueco. Por ahora no he visto tráfico muy denso, ni en Sapporo, así pueden funcionar que si no... Y si alguien creía que con lo educados que son, discretos, celosos de expresar sus sentimientos, no iban a usar el claxon, nada, otro mito destruido. Lo usan. No me preguntéis por qué lo sé, pero lo usan. Algunos semáforos en rojo, al igual que en el resto del mundo, son optativos. Lo que sí tienen es dedo para marcar el intermitente, ese que mucha gente tiene atrofiado en Europa y América.

Límites, señalización: hoy me he percatado de que las señales de stop no son hexagonales, sino triangulares, como las de ceda el paso. No questions, please. En cuanto a los límites de velocidad, había leído que en Hokkaido había muchos accidentes, en comparación con el resto de Japón, y que eran muy estrictos con los controles de velocidad. Se van a forrar a multas, porque si pones límite de 50 kms en una carretera secundaria y de 70 en una autovía, eso es utópico y puro afán recaudatorio. Ah, y 80 en la autopista, pero estaba lloviendo, ya veré lo que se puede si no llueve.

Toda esta chapa, por si a alguien le resulta útil y para descargar mis divagaciones, porque yo creo que la americana no es muy charlatana, sólo le interesan los cruces, va a lo suyo, por suerte para mí. Que no se entere de que hoy no me fiaba de ella y he sacado un par de veces mi GPS de monte, por comprobar si íbamos a donde íbamos o a Vladivostok.

Si no os interesa el tema de las tribulaciones automovilísticas: hoy he recorrido 200 deliciosos kms. por el norte de Hokkaido, desde Daisetsuzan hasta el parque nacional de Akan, y ha sido fantástico. El día fresco, soleado y despejado; los paisajes, abrumadores. Colinas suaves coloreadas con un collage de otoño, tantos tonos en una misma ladera, todas las gamas del ocre, los verdes, unas motas de negro de los abetos. Por encima de la colinas, formando coronas y murallas, las cumbres nevadas, brillantes bajo el sol frío. El primero que se me ha insinuado, el Asahidake:

Tendréis que creerme los tonos de las montañas, porque no podía parar más que a lo básico, era un camino largo. También creeréis, espero, que hay una gran, enorme, ingente cantidad de granjas y tierras de cultivo. Que apenas hay toriis (con lo que me gustan), y que las viviendas son casi todas estilo occidental, hay muy poco jardín tradicional japonés, ni tejados grises con las puntas redondeadas. En muchos rincones se podría pensar que estaba en otro país. Es lo que pasa con los tópicos.

Por agua: después de tanto coche, he llegado al hostel suplicando por caminos para hacer aruite, aruite (andando). ¿Os acordáis del señor aquel de Karate Kid, el que cazaba la mosca con los palillos? Debe ser que dejó en cine y puso un hostel aquí, igualito, igualito. Si cojo confianza daré pruebas gráficas. Bien, él me ha dicho de un rotenburo en el lago, a media hora del hostel. Rotenburo, no hay que decirme más. Luego resultó que era "el" rotenburo, uno que sale en las fotos promocionales con unos cisnes y unas japonesas muy moñas bañándose. Mis fotos son otras:

Lago Kussharo-Ko, con la isla Naka jima en el centro
El rotenburo Wakoto, al sur del lago Kussharo

Este rotenburo es "medio" salvaje. No hay taquillas, ni duchas, sólo una caseta de madera por si alguien se quiere desnudar dentro. Es mixto, claro, aunque hay una pequeña división entre zona de hombres y de mujeres. Para mí ha sido de los mejores en los que he estado, una paisaje tan delicadamente bello, el lago, la isla, las montañas...

Por aire: entonces, cuando estaba disfrutando del agua caliente, del cielo increíblemente limpio, han pasado los cisnes volando.

Bueno, pues ya está hecho el día.

 

 

sábado, 2 de febrero de 2013

Parte 7: vagueando por el valle de Iya. Y tú, ¿tienes trabajo?

Amanece un nuevo día soleado en Kazurabashi. Todavía estamos en mayo, pero ese famoso tórrido, húmedo y aplastante calor nipón empieza a insinuarse. Aún así, se puede comenzar la mañana contemplando las cimas boscosas desde el onsen. O paseando a orillas del río, buscando las sombras, pero sin despistarme de la hora del único autobús que se atreve a serpentear por aquí.





No, estos no son de los míos, una pena.


Una charleta sobre mi exótica costumbre de caminar (les parece realmente raro a las chicas de la recepción), regalitos de despedida (postal y caramelos) y me empaquetan en el autobús. Previamente me han hecho el infinito favor de llamar al siguiente onsen, para que bajen a buscarme a la carretera, y también le indican al conductor dónde me tiene que depositar. No me ofendo, no me apetece nada perderme por estos valles, con puentes de lianas entre un barranco y otro, poblados de descendientes de un clan de samurais. Imaginaos, menudo guión para un dorama: mujer europea armada con una mochila roja se desmaya por el calor mientras camina entre recónditas montañas del Japón profundo y, al despertar, se encuentra en una aldea del siglo XVII, le encasquetan un kimono de faena y hala, a barrer tatamis. Algo manido, tal vez.

De vuelta en el planeta Tierra, avanzo por minúsculas aldeas hacia mi destino. Casas forradas de retales de chapa y madera se apoyan unas en otras, al borde de la carretera, aprovechando un momento de respiro de las laderas. Minúsculas, y, quién lo diría, habitadas, aunque no acierto a ver a nadie menor de 80 años. Los aldeanos van subiendo en paradas innumerables; ágiles hombres y mujeres, que quizá vengan del médico, o simplemente toman el autobús para comprobar que el resto del mundo existe. Me relajo oyéndoles hablar, es una auténtica gozada escuchar sus acentos, la música de sus conversaciones. Me acompañan hasta que llego a mi destino, un punto en medio de la nada, y me apeo. Un chico del いやしの温泉きょう (Iyashino onsen kyou) está esperándome. Confirman que yo soy el paquete a recoger y, en riguroso silencio, subimos al onsen.

El Iyashino es un onsen moderno, en medio de una ladera, grande (mucho, muy grande y espacioso) y con estructuras de madera. Tal vez no sea tan famoso ni esté tan bien situado como el Kazurabashi onsen (que no sólo estaba lleno de huéspedes, sino que cada poco llegaban autobuses cargados de turistas ansiosos por darse un baño), pero no le desmerece en absoluto, es de lo más recomendable. Está relativamente cerca del monte Tsurugi san, así que, si se dispone de vehículo, sería un lujazo aterrizar por aquí al bajar.
Ya he dejado claro que lo mío, por una vez, iba de vagoneo, reconozco que forzoso (hice averiguaciones sobre transporte para el Tsurugi, pero infructuosas). Veréis que, si se trataba de relajarse, el hotel lo pone en bandeja:

Enooooorme habitación

Vistas desde la terraza de mi habitación

Mariposa del tamaño de un gorrión

Duchas y onsen

Rotenburo (onsen en el exterior)

Vistas desde el rotenburo
Cocinero preparando fideos soba

Otros huéspedes, pasándolo pipa en la cena

Empieza el festín, y, cómo no, un puente de mantel

Una de las muchas delicias que como sin tener muy claro lo que es... Esto, además de rico, entra por los ojos

Aquí sí tuve que preguntar si era comestible lo del fondo de la copa. Muy bueno, era una fruta.

Sashimi con una salsa parecida a la mostaza, delicioso.

Juraría que era una croqueta de pescado, sabrosa!
Había más platos, pero, ni saco foto de todo, todo, todo, ni es cuestión de hiper estimular los jugos gástricos del público asistente. Con la muestra vale para describir una buena cena, ¿no?
Buen remate, pues, para una día apacible. La cena me la sirvió un chico muy amable, que intentaba explicarme los platos, mientras que, a la puerta de la cocina, se asomaba de vez en cuando una señora y me miraba con curiosidad. A la mañana siguiente, en el desayuno, su curiosidad ganó a la timidez y se animó a darme conversación, y, de paso, a salir de dudas. Preguntas básicas, como el país de procedencia, o la habitual de qué hacia por Iya y cómo se me había ocurrido aterrizar por ahí, pasando por la típica que te hacen en Japón, pero no en otros países: ¿son estas todas tus vacaciones, o tienes más?, a la que hay que contestar tímidamente, diciendo lo que ellos ya saben, que en Europa tenemos más que las dos semanas japonesas. "Ah, Europa", suspira mi interlocutora. No sé si en venganza, o por lógica circunstancial, pasamos al tema de la crisis.

[Hago aquí un paréntesis: no pretendo ahondar ahora en este tema, y tampoco sé si lo haré en algún momento en este blog. Permitidme, pues, que me limite a la anécdota. Para un debate serio, tenéis a Krugman, Navarro, y un sinfín de desinformación en la prensa convencional.]

Como pude verificar esas dos semanas de mayo en Japón, los periodistas japoneses siguen ampliamente los acontecimientos en Europa, y la señora (trataré de ser educada) Merkel es una presencia inquietante y constante en las noticias. Ocurre que yo, cuando viajo, procuro hacer eso, viajar, y huyo de casi todo lo que tenga relación con mi país, e incluso continente, si es el caso. Salvo en una ocasión, cuando a cambio de mis tristes euros cada vez me daban menos yenes, que me armé de valor para comprobar que todo seguía más o menos en su sitio, el resto del tiempo procuré vivir en una especie de nirvana, que no burbuja, palabra descatalogada hasta nueva orden.

-Y tú, ¿tienes trabajo? Y cuando regreses, ¿seguirás teniendo trabajo?
-Eh, sí... (todo lo asertivo que puede ser un "sí" envuelto en sudor frío)

Aclaremos que, no me cabe la menor duda, la señora no tenía la menor intención de molestar, y que fue todo lo empática posible con Europa. También decir que no es la primera vez, crisis o no, que me hacen preguntas parecidas por allí. Se debe, supongo, a su forma de vivir el trabajo, una filosofía vital a años luz de la europea o la norteamericana.

Desmitificando: no trabajan tanto!

En fin, el ambiente relajado me ayuda a reponerme rápidamente. Mochila recogida, nuevo destino: Takamatsu, o "el lugar donde descubrí que las japonesas no llevan escote y los japoneses no son tan respetuosos como parecía".