martes, 15 de abril de 2014

Trekking ABC

Creo que con todo este jaleo de aviones y prisas no he dicho que venía a Nepal no sólo a verificar su existencia, sino a hacer el Annapurna Base Camp trek, que dicho así suena a super trekking, y no negaré que lo sea, pero lo puede hacer cualquiera con ganas. Al final, todo el cuestión de subir, bajar, sudar, sufrir un poco, disfrutar mucho, y que te guste toda esa combinación. Al parecer, la mayor dificultad está en la altura: se parte de menos de mil metros y se llega a los 4200 del campo base, lo que es algo un poco serio. Por lo que he leído, la adaptación a la altitud, en igualdad de condiciones (cantidad de días en que se ascienda) no afecta por igual a todas las personas, y esto tampoco tiene que ver con su forma física, una ancianita puede encontrarse perfectamente y un campeón de atletismo puede pasarlo fatal: así pues, si me sienta mal y me tengo que dar la vuelta, mi honor está a salvo. Porque el único remedio contra el mal de altura es bajar, de lógica.
Datos prácticos: cómo, cuándo. Cómo: se puede hacer por cuenta propia, no tiene mucha pérdida, pero contratar guía y porteador no sale caro en absoluto (alrededor de los 50€ por día, alojamiento y comidas incluidas), y no sólo ayudas al desarrollo local, sino que tienes la oportunidad de conocer algo mejor a los nepalíes y su cultura. Cuándo: antes o después del monzón, esto es, marzo-abril o septiembre-octubre. Después del verano dicen que los cielos están más claros y que hay 100% de visibilidad de paisajes; esto se paga con saturación de caminantes.
Yo estoy en la opción marzo-guía-porteador, contratados a través de Acclimatize Nepal, que no sólo organizan trekkings, sino que tienen en marcha varios proyectos de desarrollo en Nepal, en educación y en sanidad, gestionados por nepalíes para nepalíes. Una gente fantástica.



Desde la jaula dorada: no sé qué pasa con esta entrada, que he intentado colgarla varias veces y se resiste. Un poco tarde, porque ya se sabe si llegué o no, pero, ahí va.

miércoles, 9 de abril de 2014

En el calor de la jungla

¡Qué ganas tenía de decir algo así! Jungla... suena fantástico, tantas películas de sábado por la tarde (los de 40 para arriba saben de qué hablo) viendo a las glorias de Hollywood enfrentarse a las bestias, al calor. En esas películas no recuerdo si mencionaban la fascinación de los sonidos, qué música, parece que hubiesen puesto altavoces para dar ambiente. No, no son altavoces, es LA JUNGLA.
La rinoceronte con su cría que he visto bañándose, tampoco estaba puesta como atrezzo; ni los jabalíes, los ciervos, los monos, el pavo real, el gallo salvaje, cientos de pájaros con cantos nuevos para mi, las pedazo de cacas de elefante (hoy sólo he visto el rastro de los elefantes salvajes, y unas cuantas madres con sus crías domésticas), todos estaban aquí antes de venir yo y espero que sigan mucho tiempo después. Y que Suki, el guía del hotel, los oiga y los vea.
A él le parece fácil, pero hay que estar aclimatado también para ver ciertas cosas. Por ejemplo, yo he desarrollado una vista agudisima para las moras, nueces, avellanas, y, en general, todo lo que se puede trapiñar en los montes de mi zona. Pues Suki, lo mismo, pero con otro tipo de percepciones. En el paseo que hemos dado hoy por la selva (paseo por la selva, otra cosa que no me creo que sea posible), se paraba al menor ruido, apuntaba las orejas, es decir, las desplegaba con sus manos para oír mejor, y elegía los senderos para llegar antes y mejor al avistamiento del rinoceronte o del tigre. El segundo no ha podido ser hoy, y casi mejor, no sé si me hubiera acordado de mirarle a los ojos, habría intentado trepar a un árbol o corrido en zigzag. Ya podían ponerse de acuerdo estos animalitos en los protocolos de actuación.
Finalmente hemos quedado bastante satisfechos. Se ha asegurado de que haya sacado bastantes fotos de los rinos y nos hemos dirigido a la zona de cría de elefantes. No me acaba de entusiasmar la idea de animales salvajes en cautiverio, pero por aquí dicen que son muy útiles para vigilar el parque y controlar a elefantes salvajes y rinocerontes cuando se acercan demasiado al pueblo (a las cosechas, básicamente). Aún así, no me gusta ver a unas 10 elefantas atadas con una cadena, junto con sus crías, también amarradas. Dice que pasean libremente por la Parque Nacional durante 4 horas al día, y que se aparean con un tal Ronaldo (antes era Romeo, pero se está haciendo mayor), pero, no sé, ¿se tenía que llamar Ronaldo?
En cualquier caso, un cambio brutal, pasar del arrollador Annapurna a la ruidosa ciudad de Pokhara, y de Pokhara a la orgía de sonidos de la selva.

martes, 8 de abril de 2014

Olive Café, Pokhara

Ahora mismo no recuerdo haberme movido tan poco estando de vacaciones como estos días en Pokhara. ¿Razones? Unas cuantas, veamos: voy a hacer aquí, con la de hoy, tres noches. El día de mi llegada fue el último del trekking, absolutamente agotador por muchas razones, apenas me arrastré hasta el borde del lago y al regresar, por azar, supongo, aterricé en el Olive Café. Esta es la razón número 2, después del cansancio. Hay wifi, café de verdad, un té de jengibre con miel y limón de muerte (se llama ginger warmer, por si os pasáis por aquí), comida deliciosa de todo el mundo (incluso una versión deconstruida de tortilla de patata), terraza en la planta baja y, cuando eso ya cansa, terraza superior, para poder comentar la fauna sintiéndote eso, por encima. Razón 3: no es agradable pasear. Humo, polvo, más humo y más polvo, calor... No lo veo. Me he acostumbrado a verdes montañas, aún no estoy preparada para otros ambientes.
La mezcla de todo han sido unos cuantos taxis y grandes sentadas reflexivas. No creo que sea de preocupar, dos días sentada después de subir y bajar al Campo Base. Además, mi habitación del hotel está en un cuarto piso, y he tenido que subir y bajar unas cuantas veces. Eso también cuenta.
Vamos a lo práctico: ¿qué hacer en Pokhara, además del Olive Café? Será por ofertas, hay miles. Si se viene fresca y descansada, lo obvio es subir a ver la pagoda de la Paz y, al amanecer, subir a Sarangkot para ver el sol reflejado en las cumbres nevadas de los Himalayas. Ninguna de las dos han caído: más que por pereza de andar, por pereza de buscar compañía o contratar un guía. Se comenta que puede ser arriesgado andar sola (o solo) por esos caminos. Verdad o no, no me veía comprobándolo, la gente del trekking con la que me he cruzado ya lo había hecho y, no, para nada tengo ganas de más guías. Demasiado atentos, no más por ahora.
También es casi obligatorio en Pokhara practicar algún deporte rompe-crismas: canoying, rafting, kayaking, parapente y sus variantes. No es lo mío. Otra opción, hacer un trekking a los Himalayas... Vaya, ya está hecho.
Sólo me quedaba, pues, tirar de cultura y sociedad. Paseo en barca de remos (con remero, ¿había dudas?) por el lago Phewa Tal hasta el templo hinduista Varahi Mandir. Extraordinariamente relajante estar por un rato en unas pacíficas aguas, no repetí porque había tormenta. El templo en sí también tiene su interés, instalado en una pequeña isla del lago y muy concurrido por devotos.
Otra opción interesante: visitar la parte vieja de la ciudad. Para ello me hice la intrépida y negocié con un taxista la carrera. 300 rupias me parecieron razonables y me llevó hasta el templo de Bhimsen, con sus tallas eróticas. También me dio la oportunidad de estar un rato en una zona tourist-free (es lo que tiene estar tan lejos de Lakeside, el barrio al lado del lago, lleno a rebosar de tiendas, restaurantes y hoteles), observar a los locales en su ambiente mientras paraba de llover y disfrutar con algunas casas de arquitectura newa, casitas de dos plantas, ladrillo vista, tejados a dos aguas y tallas de madera en ventanas y balcones. Ya con mi gran experiencia en negociación con taxistas pregunto a un individuo bastante guarrete dentro de un coche deshecho cuánto puede salir la carrera a Lakeside. ¡500 rupias!!!! ¡Qué tonto! ¿No se le ocurrió que, tal vez, había llegado allí en taxi y podía saber cuánto era? Por suerte no era mi única opción (aunque estaba más que dispuesta a irme andando toda digna) y unos metros más arriba conseguí el precio razonable y un taxista mucho más limpio.
Esas dos cosas en el mismo día, extenuante... Varias horas de terraza para compensar, y 10 horas de sueño para reponer.
Segundo día entero en Pokhara y hay que espabilar, tengo el deber de ejercer de turistaza. Objetivos: el Museo de la Montaña y el asentamiento tibetano más importante de la zona, Tashi Palkhel. Ambos están por el quinto pino, así que el simpático recepcionista del hotel me vende un taxista que me llevará y me esperará a la salida. Como una lady.
El museo de la Montaña es más que interesante para los aficionados. Describe los pueblos de las montañas nepalíes y de otros lugares del mundo, la geología de los Himalayas y da un repaso a las expediciones más famosas, incluyendo detalles curiosos, como la vestimenta que usaban (anda que no tiene mérito), fotos comparativas de cómo vivían hace 50 años (algo más, serían 50 cuando se fundó el museo) en los Alpes y cómo se vive hoy en día en Nepal, que da como resultado que la única diferencia es el color de la foto, para reflexionar.
La tarde ha sido para el Tíbet. A pesar de que el taxista se ha parado a recoger a su "hermana" y a una amiga (ya hablaré con el del hotel), he llegado a tiempo para asistir a los rezos de la tarde, que acompañan con el sonido de trompetas, entre ellas las famosas trompetas alargadas que tienen que apoyar en el suelo por su peso. Era inevitable hacer comparaciones con el monasterio coreano, más vistoso el rito tibetano, pero más embriagadores los cantos coreanos. En cualquier caso, un buen rato de tranquilidad ganada, porque las encantadoras criaturas que ha recogido el taxista se han pasado el viaje gritando y riendo.
La visita a estos asentamientos se tiene que completar, se quiera o no, pasando por caja. Unos adorables ancianitos tienen sus puestos en el camino al templo, y a la mínima que se les pregunta, te recuerdan lo que sufren en el destierro. Como para no comprar un collar, sin excesivo regateo. Al parecer no tienen muchas más fuentes de ingresos que la artesanía, que no sólo venden en sus asentamientos, sino que también suben a los trekkings y ponen allí sus puestos mientras dura la temporada ese caza de turista.
A la vuelta, casi casi doy un paseo, pero el taxista, compinchado, sin duda, me ha parado justo enfrente del Olive. Hace dos horas. Y aquí sigo.

1-IV-2014 Jhinu

He conseguido apropiarme de la terraza del lodge, todo un logro teniendo en cuenta que nada por aquí un grupitos de franceses, muy dados en estos ambientes a tomar posiciones en las zona más estratégicas. Así que tengo la ubicación perfecta para observar el desfile de caminantes entremezclados con porteadores.
Thamel, Kathmandú: parece breve, ¿no? ¿Sería interrumpida por la horda gala? No es tan fácil arrebatar una terraza a estos grupitos. No, nada de eso. Los franceses siguieron camino hacia arriba, y yo seguí durante unas cuantas páginas rememorando la bajada del ABC. Otra vez tuve suerte y acudieron al rescate una ecuatoriana, un polaco y un francés. Las conversaciones habituales, agradable, sin duda, pero la emoción de los días de subida, la expectación, se ha perdido. Es diferente: ahora también me levanto de madrugada a admirar el Machhapuchhre, también saco montones de fotos, también lo contemplo, lo saboreo a distintas luces. Sé que he estado justo ahí, debajo, respirándolo. Pero ahora tengo que preguntar ¿será está la última vez que lo vemos? Y camino mirando hacia atrás.

domingo, 6 de abril de 2014

31-III-2014 Sinuwa Lodge

Un francés largo y flaco le ha hecho a un niño un perro con un globo. Dice que está en una ONG y que eso es mejor que darles dulces, que es lo que ellos piden. Creo que ha sido después de que se me cayeran las lágrimas porque quería volver a mis montañas.
Como suponía, bajar no ha sido fácil. Doloroso, más bien. Abandonar tan rápidamente el Campo Base, aún no sé si ha sido buena idea. Una noche de escaso sueño otra vez, por no querer perderme nada. En la luz penumbrosa de las 5 de la mañana ahí estaba, el Annapurna, rosa, azul, negro, fabuloso.
Corriendo a las 6 llevo a Soros al punto de la foto: foto del glaciar, foto del Annapurna, Annapurna Sur, Himchuli, ahora con más luz, más naranja, más fantásticos, y también Fishtail, y otra vez, más fotos, la luz cambia.
Bajar hasta el Machhapuchhre Base Camp es una gozada, casi corriendo, la nieve, el sol. Mr. Dev se cae una y otra vez (habrá más de dos metros de nieve y él es el que más peso lleva), pero los tres nos reímos y lo pasamos genial. Seguimos hasta la zona del hielo y las avalanchas, con menos hielo que el día anterior y Soros atento a los ruidos de aludes (yo también, cada vez que entramos en un tramos peligroso corro hasta pasarlo).
Al llegar a Deurali empiezo a darme cuenta de lo que he hecho: emprender el camino de vuelta. Duro. Otra vez muchas ganas de llorar, incluso mal humor. Estamos volviendo sobre nuestros pasos, no me gusta volver por el mismo sitio. En Bamboo, donde se supone que vamos a dormir, no hay sitio, me enfado, estoy cansada y quiero llegar a donde sea. El pobre Soros se agobia con mi enfado, pero se nos pasa enseguida. Me convence de que en Sinuwa habrá sitio, y yo le convenzo de que ni hablar de pararnos a comer en Bamboo si queremos que realmente en Sinuwa tengamos habitación. Así que nos comemos una cuantas escaleras más hasta Sinuwa.
Green Mansions Resort, Chitwan: hasta aquí llega la narración, que he tenido que completar con textos escritos el día siguiente. Como se ve, había sido un día larguísimo, estaba agotada en cuerpo y alma y no hubiera podido escribir gran cosa. Por suerte, un finlandés, el francés de los globos (¡y también ukelele, un fenómeno!), un canadiense y una china de Nueva York me sacaron de mis melancólicos pensamientos y disfrutamos de charlas viajeras hasta cerrar el local (a unas horas intempestivas, las 8 de la noche, creo). Un placer.

28-III-2014 Budha Guest house, Bamboo. Cuando un enchufe en la habitación es un lujo

Xvfv s jgksbdbdosjb?
Sorry?
You married?
Yes. (mentirosa!)
And husband, in Nepal?
No husband at home, working. I'm here, holidays.
Jajajajajajajajaja.
Se ve que las mujeres nos entendemos bien. A la señoraza que regenta el Budha Guest House le parece estupendo lo del husband working y yo holidays. Un día de estos voy a probar a decir que no tengo husband, a ver qué pasa (que sería la verdad, no tengo husband, tengo pareja, pero no voy a entrar en explicaciones largas con este tema). Es un asunto que parece interesar mucho por aquí, te miran de arriba a abajo, calculan tu rentabilidad, y le preguntan a tu guía por tu estado civil. Halagador.
Otro bonito día por estos caminos de Buda y Rama (y unos cuantos dioses más, hay variedad). En este momento me está costando acordarme del comienzo del día. Veamos: estaba en una casa encaramada a una ladera, donde, tras dura lucha de miradas, he conseguido dormir sola, y no con la enorme, gigantesca, gorda y peluda araña que amenazaba con aterrizar en mi saco. Desayuno al sol, mochila y escaleras ukaalo (cuesta arriba), escaleras ouralo (cuesta abajo). Calor, mucho calor. Más calor. Buenas vistas del Machhapuchhre (Fishtail para nosotros, por la bonita forma de su cima, razón por la cual casi todos los albergues tienen llaveros con forma de pez), buenas vistas de paisajes con cultivos en terrazas. Incluso un pueblo grande hemos visto, Chomrong, con pista de baloncesto, clases de yoga, hasta un pequeño monasterio con su lama.
Parece que no me impresionen los paisajes. Falso. Impresionan, por supuesto. Pero nada en comparación con la gente (tópico, lo sé, por algo lo es). Sonrientes, ceñudos, curiosos, aún vestidos a su modo tradicional, veo que quedan lugares a salvo de Inditex. Niños jugando y niños trabajando, guías que se saludan, comentan sobre su carga (o sea, yo), mujeres en cuclillas lavando la ropa, fregando los cacharros, trabajando en el campo...
Las escaleras. Miles.


Saludos desde la jungla: a esta pobre criatura se le olvida explicar los títulos. En este trekking se paga por casi todo: lo obvio (comida, alojamiento) y los lujos (ducha caliente, recargar el móvil). Por pura lógica, a medida que se asciende es más caro todo. Estaría bueno, sólo de verles cargando a las espaldas bombonas de gas y cajas de cervezas por esas paredes de escaleras, como para no pagar. La luz también cuesta, en caso de que la haya, y no encontrareis enchufes en las habitaciones, sino un gran enchufe comunitario en el comedor para que cada uno acople su dispositivo. Sin embargo, oh sorpresa, en Bamboo no quedaba sitio y echaron a un guía de su habitación para dármela a mi (inútil quejarse, aquí ni siquiera se puede retirar uno mismo el plato de la mesa, parece que pones en evidencia a quien supuestamente se encargue de eso), y ¿qué había en la habitación? ¡Un enchufe propio! Me pareció un lujazo, electricidad a mi disposición, podía recargar el teléfono sin estar pendiente de los hurtos, algo que, según insisten los locales, se da con cierta frecuencia.

Annapurna Base Camp

Justo a tiempo, nos hemos librado de la nevada. Hielo, mucho hielo esta mañana, muchas dudas, conatos de retirada, si no es por estos campeones en vaqueros y playeros, me doy media vuelta. Realmente, es todo cuestión de cabeza. En cuanto he superado el pánico, todo ha empezado a ir mejor. Muy mala noche, escuchando el granizo sobre el tejado e imaginando avalanchas. Hoy parecemos todos de lo más profesionales (aquí me refiero a los extranjeros). Los guías y porteadores ya se han agrupado para descojonarse de nosotros.
La altura: me ahogaba al llegar al letrero y pensar, pensar... Incluso me he tenido que desabrochar la mochila, mal rato. Otra vez, todo estaba en la cabeza. Espero que la foto de los tres junto al cartel de bienvenida al ABC haya quedado bien, sería para enmarcar.
No estoy especialmente inspirada hoy. La primera parte del día sólo podía pensar en respirar y no caerme; después, ya sobre una nieve perfecta, bien aplastada, respirar y respirar. Cuando Soros me ha señalado el ABC, no le creía, me parecía muy cerca, pero una señal indicaba que faltaba aún una hora. A veces, mientras caminamos, creo que ha pasado 5 minutos y realmente es una hora.
Vaya cuadrilla de vikingos y vikingas que se ha juntado aquí.
Creo que aún no he explicado la rutina al llegar a las paradas: el guía y la persona encargada del refugio negocian, creo, la habitación, porque no siempre me encasquetan directamente, a veces se toman su tiempo. Soros me indica dónde están la ducha y el baño, y cómo funciona el agua caliente. Yo apilo mis cosas y me introduzco en el antro de turno. Al salir de la ducha, convertida de nuevo en persona, me acerca el menú para que pida la comida. En algún momento antes o después supongo que comen ellos. Después, la tarde transcurre vagueando, escribiendo, jugando a las cartas o en puro estado vegetativo, como creo que va a ser hoy. Los cuire nos sentamos en una zona, ellos en otra. Cada cierto tiempo, los guías se acercan a sus cachorros para ofrecernos té. A eso de las cinco, vienen para que elijamos la cena y a qué hora la queremos. Nada más terminar de cenar, elegir desayuno y horario para el día siguiente.

Desde mi confortable resort en Chitwan: pobrecilla, sí que durmió poco, y sí que se puso emocional al llegar al ABC y tuvo que hacer un gran esfuerzo por pensar en cosas intrascendentes, porque le salían lagrimones y se ahogaba, un momento intenso.
Aquí habría que añadir también una explicación meteorológica sobre este trekking. El tiempo está asegurado: calor durante el día, mucho calor, tanto que, a la media hora de empezar a andar, o incluso antes, ya se despide un atufante hedor (no entiendo cómo hay quien no se ducha en cuanto llega), y, a partir de las 12:00, ya se puede esperar que comiencen las lluvias torrenciales, que son granizada o nevada, dependiendo de la altura. Cielos despejados y fantásticas vistas por la mañana, cielos nublados al atardecer. Con esto quiero explicar que, para cuando se llega al Campo Base, ya no ves más que los edificios de los refugios, porque o esta nevando o empieza a nevar, y hay que esperar hasta el amanecer siguiente para gozar con los Annapurnas y el Machhapuchhre. Pero, al día siguiente, primer día de bajada, tampoco es conveniente demorarse demasiado a la salida, porque hay que llegar a la zona de las avalanchas antes de que el sol caliente y menee la nieve. ¿Tal vez debería haber hecho dos noches en el ABC y disfrutar unas horas más de la cercanía de las cumbres? No lo sé; en cualquier caso, no lo hice.