sábado, 5 de abril de 2014

29-III-2014 Shangrila Guest House, Deurali 3200 mts. Furbo e' furbo

Extraños cambios de comportamiento que la sujeto experimenta desde su llegada a Nepal:
  • Falta de apetito: no se aprecia el habitual interés por chocolate, pan, dulces y en general todo ese tipo de sustancias a las que tan aficionados somos en Europa. Y mira que el señor Soros insiste en ofrecerme galletas, pero no, no hay ganas.
  • Falta de sueño: esto es raro. La sujeto, dormir, lo que es dormir, duerme, pero más por costumbre que porque realmente llegue a sentir esa necesidad. Se limita a apagar el libro (¡nueva expresión!) cuando calcula que es hora y a cerrar los ojos. A partir de ese momento transcurren horas de duermevela, pero sin llegar a apreciarse verdadero cansancio.
  • Falta de neuronas: aunque no se pueda certificar categóricamente el auténtico motivo de este fenómeno, parece casi seguro que la sujeto se ha propuesto, de forma voluntaria, hacer un reseteado a fondo, para lo cual debe situarse, de vez en cuando, en un estado letárgico, a medio camino entre la hibernación y llevo una hora buscando la siguiente palabra, prueba del patético estado mental de la sujeto el sueño de una crisálida (¡la encontré! Sólo una semana más tarde, encontré el final de la frase).
Madre del amor hermoso, ¡qué forma de granizar! Me arrepentiré de esto cuando esté en Chitwan, pero ahora mismo me encantaría estar en una tranquila y caliente zona tropical. Llevo puestas casi todas las capas de ropa que tengo y aún no estamos en el Campo Base.

Nota desde Chitwan: pues no se está nada mal aquí, de momento se aguanta el calor. Repasando los síntomas de la sujeto, y su agravamiento a medida que subía, tal vez tuvieran algo que ver con el mal de altura. Nada que no se arregle bajando (sueño recuperado, no tanto las neuronas y el hambre). Cierto que he dicho que no iba a retocar la redacción original de las entradas, pero visto que ni expliqué el título, algo más creo que debo contar.
Por qué se interrumpe la redacción: por puro cotorreo. Hasta ese día no había hecho grandes migas con nadie, sólo conversaciones esporádicas con otros cuire (extranjero en nepalí) y más breves conversaciones con guías y porteadores, que tienen, en general, un nivel muy básico de idiomas (bastante mérito hay en lo que chapurrean, qué vida más dura). Sin embargo, a partir de Bamboo, empecé a formar grupito con Erinna, Jichi san y Yota san. En este tipo de trekkings se llegan a hacer grandes amistades en poco tiempo, pero, por error, di por hecho que nos seguiríamos viendo hasta el último día. No fue así, no todos vamos al mismo ritmo, y no tengo sus mails. ¿Estáis ahí? Absurda llamada, lo sé, encontrar una persona en internet sin más datos es más difícil que diferenciar una bola de granizo de otra de las que cayeron aquella tarde en Deurali. Hecho está el intento.
Qué queda por contar de ese día: para empezar, qué menos que el título, ¿no? Puede que alguna vez haya hablado de mi escaso interés por el fútbol a pesar de que sea una forma fácil de comunicarse en casino cualquier lugar del planeta. Sin embargo, y a causa del mal de altura, sin duda, cuando llegamos al Shangrila de Deurali y me encontré una pedazo de bandera del Athletic de Bilbao presidiendo en comedor, tuve un arranque de inusitado orgullo patrio y le expliqué al público presente que ese era mi equipo. Lo dicho, 3200 metros pueden causar algún efecto secundario.
También pedía un poco de tranquilidad: me refería a las avalanchas. A partir de Deurali y hasta el Campo Base hay unas cuantas zonas con peligro de avalancha. Incluso estando en el Shangrila, se oyó un estruendo y nos hicieron salir a todos corriendo (run, run!). No había sido en el refugio, pero cerca. No esa noche tampoco dormí gran cosa.

jueves, 3 de abril de 2014

27/marzo/2014 Dos horas más lejos de lo previsto

Esto de poner la fecha no es algo gratuito: tenía tantas ganas de olvidarme de relojes y horarios, que tengo olvidado el día en el que estoy. Así, al poner el título, reconecto con el calendario.
Conectar... me cuesta creerme el mundo por el que estoy caminando. Poco después de llegar a la casa donde vamos a dormir en Ghurnung, ha venido el guía a preguntarme si tenía medicinas para un niño. El chiquillo, de unos 9 años, tenía un corte en la palma de la mano y la piel levantada, una herida bastante profunda. Por supuesto que tengo medicinas, ya se encargó mi médico de darme una buena lista de porsiacasos, entre los que había una pomada antibiótica, gasas con alcohol, gasas, esparadrapo (dos neceseres en total me he traído). He hecho lo que he podido, no soy médica, pero no creo que servia de mucho si no le ponen la antitetánica. Se lo he comentado al guía, no sé si no me ha entendido o no es posible que le atienda un médico, porque la solución que me ha dado es que mañana pasará otro grupo y ya le volverán a curar.
No recuerdo si he explicado algo de la situación en Nepal. En Kathmandú ya me sorprendió que muchas casas no tuviesen agua corriente (sabía lo de los cortes de luz); esa precariedad se multiplica peligrosamente en aldeas colgadas en la montaña, sin más accesos que senderos, aisladas en los meses de invierno. Al menos, en los lugares por los que pasa en trekking, agua hay; no es así en los que no tienen la suerte de ser parte de una ruta. E incluso en estos, las condiciones sanitarias son lo que he visto hoy, pedir a quien pase algunas medicinas. Me he sentido muy inútil, pero a la vez me alegro aún más de haber coincidido con Mingma sherpa, conocer sus proyectos para ayudar a su gente y poder colaborar, aunque sea sólo con unos pocos euros, porque mis abundantes conocimientos sobre contabilidad y otras gaitas no creo que sean de mucha utilidad: aquí hay carencia de personal médico y de ingeniería.
Vamos con la crónica de la etapa: por fin he cogido el ritmo. Estaba ligeramente mosqueada, no acababa de disfrutar los suficiente, algo raro había. Fácil arreglo: 5 a.m. subida a Poon Hill, 3100 metros, para ver amanecer en la cordillera del Daulaghiri y unos cuantos Annapurnas (no hay palabras, grandioso podría acercarse); bajada de nuevo al Hungry Eye para desayunar y recomienzo de etapa subiendo otra vez a 3000, bajando, subiendo, bajando, bajando, todo por escaleras. Los que sepan de lo que hablo me comprenderán, y a los que no hayan disfrutado de esta delicia asiática de los montes con escaleras, les informo: no tiene nada que ver 1000 metros de desnivel por escaleras o por monte a pelo. Ni de lejos. La escalera te obliga a dar un paso mucho más forzado, no hay lugar para avanzar vistarei vistarei. Bueno, sí, parando cada 5 minutos (o menos). Vamos, que a la vuelta no subo ni un peldaño, voy a ser la reina de los ascensores.
Para mi asombro, Soros me ha visto con mucho fuelle, porque no le ha parecido suficiente con llegar a Tadapani (el fin de etapa previsto en un principio) y hemos tirado para adelante dos horas más. De escaleras, por supuesto. Cuesta abajo, para deleite de mis rodillas. La excusa es que así vamos avanzando y recortamos algo de las siguiente etapas, que si no iban a ser demasiado largas. Los dos días antes del Campo Base se camina por encima de 3000 y eso es una cosa seria.
No he puesto objeción: primero, porque ya le he dicho que confío en él plenamente. Lleva más de veinte años dedicado a esto, algo sabrá. Segundo, porque así me separaba del grupito que llevo viendo estos días y que, no es que me caigan ni bien ni mal, pero son muchos, mucha gente para compartir camino a todas horas. Hasta Tadapani, Poon Hill incluido, éramos legión, más de 200 personas. Después de Tadapani hemos estado prácticamente solos, hemos podido escuchar a los pájaros, trotar a nuestro aire sin tener que dejar paso a los elfos veinteañeros ni adelantar a jubilados japoneses. Entiéndase, que me parece genial, que todo el mundo tiene derecho a venir e ir al ritmo que mejor le parezca. Entiéndase también que, si se puede, disfrute de los bosques nepalíes y sus sonidos naturales, entre los que no está el alemán, francés, inglés, noruego, castellano, japonés, chino. Todos majísimos, seguro, ya me los volveré a encontrar y tomaremos una cerveza.
Y hoy, por fin, el guía ha sudado de lo lindo. Ja. El porteador no, él debe de coger algún atajo que no me quieren decir, porque siempre le veo en lo alto de alguna cuesta esperándonos. ¿Será por eso lo de Mister?

26-III-2014 Ghorepani, Hungry Eye hostel

Esto es una mega urbe: tiendas, librerías, puestos de bisutería... La repera. Grandes edificios, a los que se añadirán cada año más: al menos 3 nuevos albergues en construcción he visto hoy por el camino, que ha sido corto y tranquilo. La emoción ha venido a las 6 de la mañana, cuando me he asomado a la terraza del Super View de Ulleri para comprobar que, en efecto, había una super view del Annapurna Sur. Otros días la volveré a ver, seguro, esta y otras montañas, pero no creo que vuelva a temblar como lo he hecho hoy. He tenido que esperar y calmarme antes de poder sacar unas fotos, con la lágrima puesta, eso no se podía evitar.
Camino corto, decía, que he hecho muy vistarei vistarei. Ahorrando fuerzas, le digo al guía. Un poco de eso y un mucho de evitar lesiones y de disfrutar. No quiero que se me arruine el viaje por andar a saltitos como los elfos adolescentes que se ven trotando de colina en colina. Aún así, según el señorín Soros (dicho esto con afecto, pero es lo que pensé cuando le vi, un señorín), era pronto para llegar y nos paramos a almorzar en una de las cientos de tea houses que hay. Esta parte del recorrido es muy transitada, mucha gente sólo va hasta Ghorepani y Poon Hill, por lo que el tráfico de caminantes y porteadores es más que intenso. Cierto que la gente que vive aquí está muy necesitada de hacer negocio, comprensible; pero tienen ya un grave problema con la basura, hay todo tipo de desperdicios por el suelo, a lo que se suma tener que proporcionar agua caliente y comida a las muchedumbres que venimos. Hay que recordar que no hay carretera, sólo caminos empinados, y que todo (bombonas de gas, vigas de madera, cemento, comida, bebida), todo, llega a las espaldas de los porteadores, salvo algún que otro pony, en minoría con respecto a los humanos.
Soros me gestiona una buena habitación, justo encima de la chimenea, por lo que espero no pasar frío por la noche. Para dormir tendré que esperar a que el ambiente baje: es precisamente alrededor de la chimenea donde guías y porteadores se concentran y comparten anécdotas, de su guiados, creo yo, por las palabras sueltas que se cazan y las carcajadas que se echan. Algo habrá que dormir, no mucho, a las 5 hay que subir a ver amanecer en las montañas desde Poon Hill.

25-III-2014 Ulleri, Super View Guest House

No hay una buena caminata sin dos momentos fundamentales:
-reflexión vital: ¿por qué carajo estoy haciendo esto? Este pensamiento revelador suele aparecer a mitad de una cuesta, y se intensifica por cada metro que se sube. Si la cuesta está tallada en escalones, podemos llegar a conatos de rebeldía y amagos de plante. Mil metros de escalones me he comido hoy.
-podría estar horas aquí sentada sin hacer nada: una vez pasada por agua, mi ropa y yo, ambas muy necesitadas de ello, debido a nuestro avanzado estado de pestilencia, se experimenta otra revelación divina, o aún mejor, una levitación cercana al nirvana. Justo ahora estoy flotando por encima de este cuaderno (me sentía tradicional después de hacer la colada en el lavadero y he dejado el iPad que ha arrastrado Mr. Dev en la mochila). Que no se entere.
Hoy Soros me ha dado unas lecciones muy prácticas de nepalí. A saber:
  • yamyam, yamyam: vamos, vamos
  • lolo lolo: OK
  • vistarei: esencial si se quiere conservar el corazón y los pulmones. Viene a ser "más lenta, bonita, que no hay prisa", aunque horas más tarde puede traducirse por "estimado señor guía, me va a dar algo, ¿le importa si paramos cada 5 minutos?" Tiene que entender que él no sólo ha nacido en algún pueblo por aquí, en las nubes, sino que lleva más de 20 años dedicado a la noble tarea de guiar entusiastas montañeros y eso tiene que tener algún efecto positivo en su resistencia. Algo más que la que se consigue sentada delante de un ordenador 8 horas al día.
Aún así, hemos llegado demasiado pronto para su gusto, no me ha quedado claro si iba muy rápida o muy vistarei.

Lo del look especial trekking me tiene algo más que mosqueada. Mi mochila fue literalmente registrada por Mingma en Kathmandú: pantalones, calcetines, guantes, gorros, chaquetas, todo tenía que ser superprofesional. En cambio, lo primero que me he encontrado eran un guía y un porteador en vaqueros y zapatillas. Está bien, pienso, quizás ellos no necesitan tanta parafernalia y somos los extranjeros los que nos tenemos que preocupar por esos temas. En cambio, llevo todo el día observando a guiris de medio mundo desfilar, y no recordaba haber visto nunca en el monte semejante variedad, falditas incluidas. En el otro extremo, en el top de la preparación, no podían ser otros: los japoneses. Polainas, guantes y múltiples accesorios en bonitos colorines. También se llevan el premio a los más educados: fácil, porque no había hecho un camino, trekking o monte en el que me encontrase a tanta gente y tan pocos saludasen. Rarísimo, y he estado en varios países en los que he podido saludar en unos 5 o 6 idiomas. Parece que a los alemanes y franceses les hubiesen cortado la lengua de repente.
El hostal se llama Super View... Tendrá que ser mañana al amanecer, porque la super vista del Annapurna hoy tenía nube. Tengo paciencia, le daré otra oportunidad.
La gran conquista del día ha sido ser rescatada del grupito de guiris variados para reunirme con los guías en torno a la estufa de leña. Soros está entendiendo que no vengo a conocer media Escandinavia y parte de Andalucía, y tan sólo cuatro horas después de verme disfrutar de mi soledad en un comedor petado de gente estupenda, seguro que sí, pero ya conocida, me ha rescatado para su círculo local. Hemos repasado mis nociones de nepalí, incluido curie, la palabra con la que se refieren a los extranjeros y se han reído un rato. Encantada con la breve experiencia.
Ahora ya en la habitación de vuelta a la modernidad, tecleo y tecleo en el iPad a la espera de que el personal tengan a bien dar por terminada la velada. Las paredes son finas como cortinas, promete ser una noche de tapones en los oídos.

Nota posterior: hay y que ver cómo cambió mi opinión sobre los guías y los guiris...

Comienza el trekking

19:57 de una oscura noche en Birethanti, oscura porque no hay luz desde hace días. Grandísimo invento la lámpara frontal.
Si me hubieran pedido una descripción de cómo creía que era un albergue de los Himalayas, se hubiera parecido bastante al Waterfall hostel, y menos al hotel con habitaciones en suite al que iba destinada, y que me ha sido arrebatado por 26 guiris, para disgusto de mi guía. Pobre, no sabe que he hecho el camino de Santiago y el Landmannalaugavegar de Islandia, en mucho peores me he visto. Aquí tengo habitación, lujazo.
Total, sólo he tardado 7 horas en llegar de Kathmandú a Pokhara (dice Soros, el guía, que es una buena marca). 7 horas por carreteras de tráfico imposible: camiones multicolores, motos, autobuses "tourist only" y autobuses "nepalese only", que no tenían el letrero, pero se entendía quién podía viajar en cuál. El paisaje, barrancos aparte, casuchas al borde de la carretera ofreciendo comida y alojamiento a los usuarios de la highway (tiene ironía llamarle highway a un camino de tierra), campos de arroz, montes resecos a la espera de la temporada de lluvias y miles de detalles para ilustrar un monográfico sobre estereotipos del Asia pobre y las brutales diferencia sociales. Gigantones turistas apuntan con sus objetivos a la mujer-hierba, invisible bajo el fardo que carga, al tiro de dos bueyes trabajando un campo inundado, a las mujeres con vestidos rojos, morados, verdes y azules inclinadas sobre la tierra. Yo lo observo desde mi asiento en el autobús con aire acondicionado.
En la estación de Pokhara busco el letrero con mi nombre, entre el enjambre de letreros. Me recibe alguien, no recuerdo cómo se presenta, pero que me verá a la vuelta, Soros y Mr. Dev. Soros es un hombre de mediana edad (qué sutilmente indefinida es esa expresión), que nació en una aldea arriba, arriba en las montañas, pero que lleva 20 años viviendo en Pokhara. Habla algo de inglés, y está extremadamente atento a mis pasos. Mr. Dev dice llamarse Dev, pero Soros me dice cuando no nos oye que realmente es MISTER Dev. Creo que es adolescente, pero tal vez me equivoque. Tampoco tiene pinta de ser un gran porteador, pero igualmente puedo equivocarme.
Un pequeño paseo desde Nayapul nos ha traído a Birethanti. Realmente, un lugar dejado de la mano de los dioses, tapizado de restaurantes, tiendas y hoteles, que ofrecen lujos que ellos no tienen. Niños de postal de ONG me dicen "namaste", o me piden un boli, o me miran con curiosidad. Ancianas en cuchillas fuman y me odian desde sus ojos cerrados por las arrugas. Soros también se disculpa porque este pueblo no sea bonito. Le explico que está bien, que es lo que es, real. No le consuelo.
-Mañana será mejor, mañana y pasado veremos montañas, veremos los Annapurnas.

Nota: una de las muchas penalidades que sufren en Nepal es los problemas con la luz. Cortes muy frecuentes y de varias horas. No he tenido wifi casi ningún día del trekking, por lo que estos posts se publican con posterioridad, sin retocar más que la gramática y las erratas, pero, me temo, que sin fotos, porque la red es muy inestable y no hay forma de subirlas. Eso si lo consigo, porque en este momento en el hotel la luz es de generador. ¡Todo llegará!

domingo, 23 de marzo de 2014

Kathmandú existe

Era uno de los objetivos, comprobar que existe Kathmandú y que no es un lugar imaginario, como Rivendel o Atananarivo (ah, ¿que está en Madagascar? ¿Cuál, Rivendel o Atananarivo?)
Sí, existe Kathmandú: lo he visto, olido (a polvo e incienso), probado (pizza, arroz con lentejas) y ahora mismo lo estoy oyendo perfectamente, suena a concierto de cláxones. De momento no me molesta, me ayuda a sentir que esto es real.
Porque hay otras sensaciones que me siguen pareciendo un sueño:

Estupa de Boudhanath

Boudhanath
Hombre en Patan

Plaza Durbar, Patan

Hablando de sueño: mucho, kilos de sueño. El divertido periplo Bilbao-Estambul-Dubai-Delhi-Kathmandú casi me hizo dudar (sólo "casi") de si realmente merecía la pena pasar 26 horas en cuatro aviones y cinco aeropuertos para llegar de noche a una ciudad a oscuras y subirme a un coche con dos desconocidos que, circulando por calles y callejones casi desiertos, parecía que no iban a dar con el hotel. Tendría que contar todas las conversaciones con Mingma sherpa, el responsable de Acclimatize Nepal y una persona extraordinaria; también tendría que explicar las caras, los camiones de colores, cómo es un colegio normal o en cuántos idiomas saben pedir caramelos los niños; a qué horas cortan la luz y el ronroneo del generador del hotel. Qué puedo comer y beber, y qué no, porque el agua no está potabilizada. O cómo el habitual gesto de cruzar la calle aquí está entre el arte y deporte de riesgo. Conducir ya entra en el campo de los fenómenos inexplicables.
Lo contaré, y mucho más, pero ahora tengo que generar energía: mañana a las 7:00, autobús a Pokhara; de ahí, en coche a Nayapul y comienzo del trekking hasta Birethanti.

Fuente comunitaria en plaza Durbar, Patan


viernes, 21 de marzo de 2014

Próximo destino: el país de los Himalayas

Este raro, húmedo, caliente y cansino invierno, que nos zarandea con ciclogénesis de viento sur, nos aplasta con días plomizos, tan plomizos que parece que el cielo fuera a caer sobre nuestras cabezas... Pues nada, que me piro. A Nepal. A ver los Annapurnas, a comprobar que Kathmandú existe y no es una invención propia de un libro de aventuras del siglo XIX.

¿Decisión precipitada? Imposible, hay que pensárselo con mucho tiempo de antelación, salvo que ya se esté vacunado para casi todo. En este momento, estoy protegida contra tétanos, tifus, hepatitis A, hepatitis B y meningitis; en mis botiquines de viaje (botiquines en plural, uno facturado y el otro conmigo, por si acaso) tengo antibióticos, antihistamínicos, anti malaria, suero, antidiarreicos, anti mosquitos, antinflamatorios, analgésicos... Y más, todo meticulosamente empaquetado con plástico antigolpes y anti agua. Aunque, en estos momentos, no soy capaz de recordar qué está dónde. Ya aparecerá, mejor no tener que buscarlo.

Los últimos minutos antes de salir para el aeropuerto. Creo que ya me he despedido de casi todos los compañeros, que siguen con su vida y con su porra de fútbol; la mesa, medio recogida; la casa, en estado de extremo caos; los nervios, a tope; la cabeza, llena de montañas...



Annapurna Sur desde el campo base, al amanecer. Imagen propiedad de Wikipedia Commons, espero que, a la vuelta, haya una de mi propiedad.

Ya está casi todo dicho. ¡Nos vemos por el camino!