sábado, 2 de noviembre de 2013

Gyeongju: la cultura Silla

Si tenéis graves problemas para pronunciar el título, que sepáis que me solidarizo plenamente. Después de varios intentos, he llegado a la conclusión de que se dice algo así como "kionyu"; he testado otras variantes, pero esta ha sido la más aceptada.

Viajar con billete de vuelta es bonito, porque eso quiere decir que alguien te espera, que hay alguna razón para volver. Eso es el yin, que tiene su yan: renunciar y elegir. Intentar ver todo lo que Gyeongju tiene que ofrecer en un sólo día es imposible, y difícil sería hacerlo incluso en una semana. Esta ciudad fue la capital de la cultura Silla durante mil años, un reino que llego a abarcar toda la península coreana entre los siglos VII y IX, lo que supone, en la práctica, un desparrame de templos, túmulos funerarios, ruinas y atractivos turísticos a machiporrillo. Entre las actividades curiosas que se pueden encontrar aquí: sacarse una foto en la localización de tu serie coreana favorita. No conozco ninguna, pero doy fe de que hay bastantes fans del drama histórico coreano.

 

Ser una de la zonas más turísticas de Corea del Sur tiene sus inconvenientes: hasta la bandera de gente, familias para dar y tomar, sobre todo porque he tenido la suerte de aterrizar por aquí en fin de semana. Todo un shock después de los dos días de templestay. No pasa nada, tranquilidad. Como siempre, no me gusta devorar, me gusta saborear, de ahí que haya elegido unos pocos sitios; el resto, para la próxima vez.

  • Bulguksa: conjunto de templos budistas en terrazas, en lo alto de una colina. Del siglo VII, podemos admirar la maestría en la sillería de sus escalinatas, las dos pagodas de piedra, extrañas figuras de animales, jardines otoñales y un descubrimiento inquietante. Un gran sitio para pasar una soleada tarde de sábado en compañía de la mitad de las familias coreanas.
Gasolinera estilosa
¿Veis la cazuela? Buena pinta, ¿no? Son gusanos de seda
  • Pagoda de Bunhwangsa: muy diferente de lo que habitualmente se ve en cuestión de templos budistas. A pesar de los amables ofrecimientos de los taxistas de Gyeongju, he preferido ir dando un paseo matutino desde el hostel, el Nahbi Guest House, una opción del tipo b-b-b (bueno, barato, breakfast) que recomiendo sin ninguna pega.

 

  • Observatorio astronómico Cheomseongdae: desde la pagoda anterior se puede ir muy fácilmente dando un paseo al resto de objetivos. El primero es esta curiosa torre observatorio, construida con 361 ladrillos (el número de días del año lunar) y con el ideograma chino 井' (jeong) en su cima.
  • Túmulos: decenas de ellos, túmulos grandes, túmulos pequeños, túmulos por todas partes. Esta forma de enterramiento se ha dado en casi todas las partes del mundo en algún momento de la historia, con distintas variantes. Aquí se puede encontrar el túmulo tipo dolmen, de piedra y recubierto para darle la forma de pequeña semiesfera, y el gran túmulo, casi una pirámide, formada por una estructura de madera en su interior.
Placa conmemorativa de la excavación realizada por el rey Gustavo Adolfo VI de Suecia

 

Viajando se aprende mucho: sobre la cultura Silla, de la que me parece mentira no haber oído hablar jamás, ahora que he visto una pequeña parte de lo que representó; que los autobuses coreanos funcionan a claxon-energía, un nuevo tipo de combustible alternativo, que sólo contamina acústicamente y que el conductor tiene que accionar con gran frecuencia, por cualquier motivo, o sólo porque sí, porque le apetece; que realmente Corea del Sur es uno de los países más conectados del mundo (tengo wifi en el tren, desde donde estoy escribiendo); y que gracias a la compañía Korail (que no me paga derechos de autor por usar mi nombre) he podido comprobar los resultados de mis dos días de ejercicio en un templo al levantar a pulso una mochila de 17 kilos para dejarla la bandeja superior del asiento, ya que se les ha olvidado que a veces los viajeros llevan equipaje y que, tal vez, se podría instalar una zona para el mismo.

 

 

Día 2: yo creo que se me ve el plumero

Casi con toda seguridad no se han dado cuenta de lo del bizcocho de contrabando; pero lo que es notorio es mi muy poco ortodoxa postura de meditación, me siente como me siente, el resultado es un dolor extremo. Así, voy probando, piernas en flor de loto, piernas en semiloto, piernas estiradas... Acabaré como el francés que fumaba a escondidas, tumbada y roncando.

Lo del bizcocho no ha sido intencionado, se metió en mi mochila de forma sorpresiva. Yo me lo iba a a comer por el camino, desde Seúl hasta Golgulsa, pero no tenía hambre y llegó vivo aquí. Yo tampoco sabía que la comida iba a ser tan poco interesante, eso siendo amable. Y ni se me había ocurrido pensar que habría una norma de "no comer nada fuera de las comidas del templo, no introducir alcohol ni carne". Carne no, pero unas cervecitas... ¿Para qué, pues, la nevera en la habitación?

Habitación que hoy he disfrutado sola, por suerte. Ayer la compartí con dos entusiastas, majas chicas, sin duda, que han abandonado un día antes, aquejadas de dolores varios y falta de sueño, tal vez acuciado por aquello de levantarse aún más temprano para maquillarse, algo que todos sabemos es imprescindible para acudir a los cánticos de las 4:30.

Como no siempre consigo dejar mi mente a cero, concentrarme en mi respiración, en el movimiento de mis manos o de mis pies, a veces, no siempre, sólo alguna vez, me da por pensar. En uno de esos raros momentos he concluido que, quizás, lo más interesante de este templo sea la fauna variopinta que lo frecuenta. En sólo dos noches aquí ya he visto una buena muestra: el mencionado francés, por ejemplo, parecía obligado y no quería hacer ninguno de los ejercicios. Esa es la actitud más curiosa: nadie te obliga a venir, se supone que estás aquí porque te apetece aprender, ¿a qué viene esa rebeldía adolescente? (con cincuenta y pico que tendría el elemento)

Las que sí son adolescentes son un grupo de 5 coreanas que están aquí castigadas por su colegio. Como si ser adolescente no fuera suficiente suplicio. Pobres. Hasta los móviles les han quitado. Por supuesto, nada de lo que se hace aquí les interesa un pimiento, pero, con tal de no volver, es casi seguro que a la vuelta se portarán mejor. O no, el adolescente humano no es de los animales más listos que hay.

No se queda en esto la fauna: parejitas que vienen juntos a experimentar (atención, habitaciones separadas, que nos descentramos), y un grupo también variado de residentes más o menos permanentes. Entre ellos, los niños que han sido acogidos aquí por causas diversas son un caso especialmente delicado. Se podría hablar mucho de qué es mejor, si una familia de adopción (que también tendrá sus creencias religiosas) o una comunidad. Se les ve contentos, desde luego que aquí entretenimiento y gente nueva a diario no les falta.

Más casos: los aprendices de master. Hay un grupo de gente, bastante joven, de orígenes diversos (Francia, Reino Unido, Corea) que están aquí para "sacarse el título" de master de sunmudo. El sistema va en función de número de campanas, creo que Sarah Palmstogether (se despide en los mails con un Palms together, me hizo gracia) nos dijo que 3 campanas era el máximo para ser master, y para pasar de la segunda a la tercera hacían falta entre 7 y 10 años. Estos son los que más contacto tienen con los pringadillos que vamos de turismo, por el idioma y porque entre sus funciones estamos nosotros: recepción, alguna clase, dudas varias, lo típico, llegas a un sitio así, te ves perdidísima, y a quién preguntas, ¿al calvo con túnica o a la pelirroja de gafitas?

Si, por ponerte original, le preguntas al calvo, te responderá, pero ya veremos en qué idioma. Estos son los masters, los monjes que saben hacer todos esos movimientos y flexiones tan chulos y que nos dan clase con una paciencia infinita y un dominio absoluto del coreano. Paciencia porque hay que ver el cuadro que sale si le pones a un tipo de dos metros de Wisconsin a hacer estiramientos y posturitas, comprenderéis que por respeto a mis compañeros y a mí, no haya sacado fotos de esos momentos de ridículo colectivo. Lo del idioma tal vez fuera parte del aprendizaje, los números en coreano y otras palabras que dejamos a la telepatía, y que yo supuse que serían, sin duda, palabras de ánimo y felicitación por lo alta que me había salido la patada.

Ahora, con absoluta sinceridad, ha sido una buena experiencia. No sólo porque algún master sabía inglés, sino por la serenidad del lugar, de la gente, ese trato amable, con empatía, sin ser efusivo, puede ser muy cálido. ¿Apto para todos los públicos? En absoluto. Ya he comentado que hay que saber a lo que se va: se madruga, se medita, se hace mucho ejercicio, y eso puede doler, puedes descubrir que músculos hasta el momento desconocidos empiezan a quejarse; la comida es frugal y estrictamente vegetariana, además de coreana, lo que implica kimchi (verduras fermentadas muy picantes) a todas horas. Entre otros platos, no es obligatorio, pero esta ahí, notas su presencia que amenaza con saltar a tu bandeja. A cambio, puedes aprender mucho y, como decía, meter la punta del dedo en un nuevo berenjenal.


Entrada a Golgulsa

 

 

 

Uno de los edificios de dormitorios

 

 

También practican tiro con arco

 

Sala de ejercicios

 

 

 

Demostración de sunmudo en el templo principal