La idea era noble: interesarnos por el complejo proceso de elaboración del sake. Para eso, Kōbe está dotada de varias destilerías, situadas la mayoría en el barrio de Nada, alguna con tantos años de tradición como la Hakutsuru, que se fundó en 1743. Muchas se pueden visitar (la zona del museo) y ofrecen degustación.
A la izquierda, la fábrica actual; a la derecha, la entrada al museo.
Destilar sake de la forma tradicional era complicado, largo y muy sacrificado, muy diferente de nuestros licores o del vino. Horas y horas de trabajo manual, con calor, frío, humedad, cantando para aliviar el esfuerzo... Y supongo que, cuando se podia, bebiendo sake para mitigar las penas.
Un resumen muy breve de la elaboración del sake: molida del arroz, lavado y enjuagado, cocimiento al vapor, añadido del koji, que transforma el almidón en azúcares, prensado, filtración, pasteurización, envejecimiento/embotellado.
Total, tanto trabajo para tirarlo luego... Es tradición romper estos barriletes en las celebraciones.
Claro, con lo laborioso que resulta, tampoco es cuestión de hacerles un feo y no probar un poco. O un mucho. De 20 grados. A las 10 de la mañana.
Tendré que probar más, porque, de momento, el sake no es lo mío.
Esta bola que se puede ver en las puertas de las destilerías se coloca al inicio de la fabricación. Está hecha de cedro y, cuando deja de ser verde para tomar este aspecto, indica que el sake ya está listo.
Kanpai!