jueves, 23 de agosto de 2012

Parte 3: Henro por un día



Una de los planes que tenía para hacer en Shikoku era el Henro 88, al menos probar un poco, una etapa por la zona de Tokushima.
El Shikoku Henro (四国遍路) es un peregrinaje por 88 templos budistas de la isla de Shikoku. Al parecer, es muy popular, yo al menos vi muchos peregrinos, tanto el día que estuve camuflada como tal, como otros días en la isla. De hecho, alguna vez pensé que eran los mismos, una extraña persecución de tipos con sombrero de paja... el vestuario del henro, como se puede ver en las fotos, puede llevar a confusión.



Con los de la primera foto me crucé el día del henro... Y con los siguientes (o son los mismos?) en Takamatsu, varios días después!



Tokushima viene a ser uno de los puntos de partida y finalización más habituales. En una de las oficinas de información turísitica, a la derecha al salir de la estación, te dan un mapa en inglés bastante completo, con información de todos los templos, datos sobre el budismo y algunos consejos básicos. Por ejemplo, si vas con mochila, tal vez quieras dormir en un parque o en una estación (será por eso que hay cojines en las estaciones de tren?). Realmente, esto lo acabo de ver ahora, al repasar el folleto. Lo de los cojines me tenía intrigada, le daban a las salas de espera cierto aire a casa de abuela, pero sin abuela, con un melancólico tono de abandono. En cualquier caso, es una pena, de haberlo sabido antes me hubiera ahorrado unos yenes.


En cualquier caso, el peregrinaje no implica, al menos en mi caso, sacrificios extras, así que para empezar el día me lancé de cabeza al Starbucks de turno a por un buen café y un bollo. Lo del bollo, que antes eran inocentes pastelitos, con un sencillo nombre descriptivo de sus cualidades (bollo de canela, muffin de arándanos) ahora se ha convertido en una pérfida trampa calórica, al añadirle un taimado apellido numérico. ¿Por qué me ponen cuántas calorías tiene un bollo de canela? ¿Qué tienen contra ese bollo? Y, aún más chocante, por qué es necesaria esa sobreinformación en un país donde el sobrepeso es una muy rara avis? Aún así, me lo comí, la tentación me pudo más.
Siempre que entro a un Starbucks en Japón me acuerdo de las explicaciones de Reiko san (mi primera profesora de japonés) sobre la cadena en cuestión, antes de mi primer viaje, y de cómo yo le insistía que no, que no iba a ir a por comida occidental, que si voy a un sitio como lo que se come allí, sin problema. No me imaginaba lo occidental que puedo ser, sobre todo para desayunar. A mi favor que, quien llena estas cafeterías son japoneses, así que, en el fondo, también forma parte de la cultura local.
Se podría pensar que lo mío con esto de los desayunos es puro vicio o capricho. Juzgad vosotros mismos. Este es un desayuno japonés estandar: sopa de miso, pescado frito, encurtidos, algas, verduritas, tofu, arroz... , delicioso, sin duda, pero mi estómago está educado en el café, el bollo, la magdalena. Si puedo, me provisiono de mi dosis diaria de azúcares e hidratos, con numeración incluida. Cuando no he podido, también encantada, hay que saber adaptarse con rapidez.
Otro punto a favor de la multinacional, mal que me pese, es que los condenados de ellos saben dónde instalar sus cafeterías. Cómodos butacones con vistas a una salida de una estación o un cruce de calles concurrido, donde poder repanchingarte, y observar y sacar conclusiones sobre el paisanaje (erróneas, casi siempre)
Este es el caso, vistas a la salida de la estación principal de Tokushima, y, libreta en ristre, anoto casi todo lo que pasa por mi cabeza, algo útil para recordar y para no acabar hablando sola. Una especie que me hace reflexionar especialmente son las salary-women, un término que, por lo que he indagado en google, no parece existir para el género femenino, y sí en cambio para el masculino. Ellas, ajenas o no a esta anomalía, desfilan uniformadas en sus trajes oscuros, rostro decidido unas veces, absortas mirando al suelo en otras. Ellas son, casi siempre, muy jóvenes o muy mayores; hay una franja de edad que desaparece tras alguna misteriosa cortina (familia, quizás). No juzgo, tomo apuntes del natural.

Vuelvo al mundo de edulcorado relax de la cafetería. Otros peregrinos se acercan por el local, veo que no estaré sola por esos caminos de Buda. Todo tiene un fin, incluso los capuccinos "grande", así que habrá que ponerse en marcha. El mapa de los 88 templos está bien, pero poco práctico para guiarse en una etapa de un día. La solución, eficaz y de muy poco peso, unas fotos en el smartphone de las páginas correspondientes de la Lonely:


Obediente a las instrucciones, espero al tren. No sé por qué me da que este es el andén correcto...





Mares de arroz me dan un espéctaculo desde el tren. Aún sin saber que me voy a pasar el día caminando entre ellos, la cámara no da abasto:



Arroz desde el parking hasta el borde del asfalto, desde la puerta de casa hasta las vías del tren, arroz, arroz. Como en otros momentos, esa sensación de que, en Japón, poco se improvisa y nada se desperdicia.
Estas y otras muchas divagaciones acaban al llegar a Bandō. Es la hora, por fin, de empezar a peregrinar. En la estación saco foto de otro par de mapas (nunca sobran).

Pues parece que ya sólo queda empezar a andar, no? Nos vemos en la siguiente entrada!



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