miércoles, 4 de julio de 2012


Parte 1: un largo viaje y Sanae-san

¿Cuántas horas se puede tardar desde Bilbao a Tokushima? Otra forma de medirlo serían cuántos capítulos de Guerra de Tronos pude leer, cuántas historias inventadas sobre compañeros de vuelo o cuántas deducciones de innegable calidad estadística sobre eficiencia europea o sobre el nivel de vida en Japón, sus usos y costumbres.

Veamos: estás en un aeropuerto europeo, pongamos que el de Bilbao, así, lo primero que se me ha ocurrido, y a diez minutos de tu hora de embarque, las pantallas siguen inmutables anunciando los vuelos que salieron hace 4 horas. Mantengo la calma, esto es así.
Visto que las pantallas siguen enclavadas en el pasado (no vamos a hacer fáciles alegorías sobre Europa),  la solución es lanzar por megafonía, en correctísimo castellano, pero nada más, que, por favor, los pasajeros con destino a París se dirijan, urgentemente, a la puerta de embarque número 8 (urgentemente, porque es sabido el poder adivinatorio de los pasajeros en estos casos, es que no sé en qué estaban pensando que todavía no habían ido a la puerta en cuestión). Con resignación cristiana, hago memoria de cómo se dice 8 en francés para ayudar a un pobre ciudadano galo a llegar a la puerta y obedezco, qué remedio. Bonita forma de tomar el vuelo número 1 de los Xmil medios de transporte hasta llegar a Tokushima.
Ayuda a tomárselo con calma el hecho de que me encante coger aviones, trenes, barcos, autobuses, monopatín o lo que haga falta para trasladarse. Me lo paso pipa, porque es por una buena causa: viajar!, si fuera por trabajo, no sé si le vería tanta gracia. Y otro gran aliciente es no tener nada que hacer.  Tú te subes al avión, te acomodas en tu sitio como puedes, y sin más, 11 horitas libres. Habrá a quien le parezca una simpleza, alguien sin compromisos familiares o animales puede disponer de vez en cuando de 11 horas libres seguidas, de golpe. Cierto. Pero en mi caso, no lo consigo. 11 horas sin hacer nada, y despierta? No recuerdo. Dormida tampoco, no hay forma de enganchar tanto tiempo soñando (y sueño mucho, tal vez me levantaría más cansada). Lo he intentado, de verdad. Incluso algún médico me ha sugerido que "baje el ritmo". Inútil, no me sale. Salvo que me metan en un avión, ahí lo consigo con deleite y regodeo. 
Lo que no pude evitar fue sacar mis conclusiones personales antes de quedarme dormida (actividad mental cuenta?).
Ubicación: zona de embarque del aeropuerto Charles de Gaulle. Vuelo París-Tokyo. Pasajeros: así a ojo, 90% japoneses, de los cuales, pinta de andar bien de pasta, 90%. O eso o las bolsas enormes de tiendas carísimas de trapitos parisinos estaban llenas de baguettes, que lo mismo lo hacen para mantener la imagen de oriental forrado, a tanto no llegué. Porcentaje de europeos en clase business, lujo o  relujo: 0%. Discretos que somos.
Agotada tras tanto esfuerzo, hice lo posible por dormitar durante el vuelo, para ver si esta vez ganaba la partida al jet-lag. Unas turbulencias demasiado turbulentas por Siberia y una occidental con tos persistente  me lo pusieron difícil, pero algo, algo, ya dormí. Falta me iba a hacer, porque el itinerario seguía tal que así:
Tokyo Narita-Tokyo Haneda-avión a Takamatsu-autobuses a Tokushima-Tokushima station hotel.

Tokyo Haneda: bien, letreros en japonés! Voy a practicar, por la cuenta que me trae! Bien, soy la única occidental del avión, qué ilusión!!!! Ya veis, una viajera agradecida que disfruta con cosillas simples. Más que la única occidental, era de las únicas viajeras, íbamos cuatro nekos y yo, no había mucho movimiento a Shikoku, al menos en avión.
¿Qué veo, un avión de Picachu? ¿O es Pokemon? ¿O los dos? (que yo me quedé en Heidi y Mazinger Z) ¡Quiero, quiero!!!!



Takamatsu airport: pero qué simpáticos! O sea, que si te pierden la maleta, te puedes meter en este cuenco de sanuki tamaño ofuro, muy práctico, sí señor!



Autobuses a Tokushima: aquí ya me va fallando un poco la neurona  que mantengo despierta para casos de emergencia. Lo típico: tú te has levantado en otro continente, has ido por el mundo mochila en ristre con toda la ilusión, has desayunado o comido o cenado o desayunado... No, ya no sabes lo que toca, pero tienes muy bien apuntado dónde te tienes que bajar de un autobús y dónde coger otro, crees firmemente en la veracidad de tus datos, aunque estés en un extraño lugar llamado Yume City (la versión japonesa de un experimento genético para cruzar una zona comercial con un polígono industrial), y tienes hambre. Así que pillar nutrientes, reconfirmar la hora local y el horario, y esperar. Pobre mochila, agotada estaba.



Tokushima station hotel: hace honor a su nombre, y está al lado de la estación, un detallazo. Ahí, a la derecha del callejón, habitación de 14 tatamis, quién lo diría.



Dentro, esperándome, Sanae-san, rebautizada como majetona-san, que se merece otra entrada. Así será!











No hay comentarios:

Publicar un comentario