miércoles, 19 de noviembre de 2014

Nueva Zelanda: felicidad extrema




Aeropuerto de Wellington


¿Tres semanas sólo? ¿No sería mejor más tiempo?

Claro que sí, un par de años ya me tiraba, pero aún no he encontrado mecenazgo para vivir viajando. ¡Atención! Si me quieres patrocinar, este es un buen momento, ¡rápido, que he comprado lotería y podrías perder tu oportunidad!


¿Y cuánto tardas en llegar? ¿Merece la pena?

Cerca de 40 horas. SÍ, SÍ MERECE LA PENA. Y si se tardase 40 horas más, también.

Salvo que no te gusten las montañas soberbias, los lagos de espejo, las colinas en verde rabioso, las selvas con nieve, los volcanes, las focas, los pingüinos. Tampoco es apto para gente con poca imaginación: encontrarse con topónimos escoceses que se mezclan con maoríes para describir cordilleras de película o valles encantados puede provocar cierta confusión mental, similar a la que te pueden originar esos pueblos al estilo del salvaje oeste pero con nombres como Whagamomona y helechos gigantes como palmeras asomando tras las casas de madera. Una confusión mental que siempre podemos atribuir a estar cabeza abajo... Estamos en las antípodas, ahí exactamente, en el quinto pino, lo más lejos que se puede llegar desde la península ibérica (hasta que oferten billetes asequibles al espacio).

Esbozado el porqué, vamos al cuándo, cómo:

Cuándo: en nuestro caso, en septiembre, que es su invierno. Sin miedo: lloverá (mucho, llueve muchísimo), nevará, hará frío, pero también saldrá el sol y no habrá que reservar nada con antelación. Si la idea es hacer sí o sí alguno de los nueve New Zealand´s Great Walks, la cosa cambia, y toca ir en su verano, reservar con muchísimo tiempo y aún así, cruzar los dedos, porque la lluvia y la nieve pueden aparecer en cualquier momento. En este viaje me he ganado el apodo de "inasequible al desaliento": ¿que está jarreando y queremos hacer una excursión por el Abel Tasman National Park? No importa, seguro que mañana sale el sol. Y si no, hacemos otra cosa. ¿Que estamos en Tongariro y hay un tormenta de nieve? Pues nos vamos a Rotorua y en esa ventana de buen tiempo que dice en esta web que va a haber mañana, volvemos. Lo dicho, inasequible.

Cómo: en campervan (autocarava), un gran descubrimiento para mí. Soy una ignorante absoluta de este mundo de las casas sobre ruedas, pero no sé si en muchos sitios habrá la variedad de marcas y modelos  de que disfrutan los neozelandeses. Tampoco están escasos de facilidades; a pesar de ser un país muy poco poblado, sobre todo la isla sur, nunca tuvimos problema para encontrar lugares donde poder hacer cambios de depósitos. Sin embargo, la utopía de "dormir donde uno quiere" habría que matizarla: en el camping que se quiera, sí, en cualquier otro sitio, casi imposible. Pernoctar fuera de los campings está prohibido en todo el país, muy comprensiblemente, ya que Nueva Zelanda cuida con mucho mimo su medio ambiente. Aún así, en temporada baja, se mantiene esa sensación de libertad, de poder parar donde apetezca, de disfrutar de un paisaje espectacular mientras se toma un chocolate caliente dentro de la camper, desayunar con vistas a un lago y dormir bajo las estrellas, una sensación casi impagable (por unos 15 o 20  euritos al cambio, hay campings en todas partes).

Notas útiles:

-a dónde volar: las autocaravanas sólo se alquilan en Auckland (isla norte) y Christchurch (isla sur), por lo que lo más práctico será que volemos directamente a una de esas ciudades. No anduvimos tan espabilados y reservamos billete a Wellington antes de haber decidido qué hacer, así que tuvimos que pillar un avión más a Christchurch. Los vuelos internos son muy baratos y aprovechamos para conocer Wellington, sin duda compensó.

-con quién alquilar: indagando por internet nos topamos con nzviajes, una agencia de Madrid que nos daba un 60% de descuento sobre los precios que nos ofrecían las agencias neozelandesas, e incluso cubrían el trayecto en ferry de una isla a otra. Confieso que, con grandes dudas, reservamos con ellas, y sí, el precio era el que era, la caravana nos estaba esperando en Christchurch, el billete del ferry no era del monopoly, un 10!! Además nos asesoraron en todo lo que les preguntamos, y puedo asegurar que preguntamos mucho. También se pueden encargar de hacer las reservas de los vuelos, en nuestro caso ya los habíamos comprado.

-comida: poco que contar de restaurantes porque, como es lógico, casi todas las comidas las hicimos en la campervan. Nos suponíamos que el primer día estaríamos en estado semi comatoso después de tanto avión, por lo que reservamos con holidaygroceryboxes para que nos hicieran la primera compra de suministros y nos lo dejasen ya en la autocaravana cuando fuésemos a recogerla. Puede que salga algo más caro que hacer la compra uno mismo, pero lo recomendamos 100%, comida de calidad y abundante, incluido algún extra de regalo.

-recorrido: es complicado tener que elegir, siempre, pero aquí, duele. Empezamos por la isla sur básicamente porque salía mucho más barato recoger la campervan en Christchurch y entregarla en Auckland. El orden de las paradas fue: monte Aoraki/Cook, península de Otago, Te Anau, Wanaka, glaciar Fox, Hokitika, Abel Tasman National Park, Bulls (lugar perdido de la geografía neozelandesa, nada que comentar), Tongariro, Rotorua y Orere Point (otro lugar elegido al azar). En la mayoría de los sitios pasamos dos noches, para poder disfrutarlo y no pegarnos demasiadas pechadas de carretera. Una ayuda impagable fue el pronóstico del tiempo: aunque en Bilbao decimos que llueve mucho, lo de Nueva Zelanda es otro nivel. Como dicen ellos, en algunas zonas, como en los Alpes neozelandeses, llueve 200 días al año y el resto está nublado. Así que haya que hacer alguna que otra virguería para perseguir los claros.

-conducir: por la izquierda, una autocaravana, bufff... Pues nada, no es para tanto. Las carreteras están muy bien cuidadas, cosa necesaria, porque con tanta agua los desprendimientos son más que frecuentes, pero no encontramos ninguno que no estuviese señalizado con suficiente antelación y/o ya lo estuvieran resolviendo. El tráfico es entre escaso y nulo. Cuando lo haya, parece ser norma local que los vehículos pesados nos apartemos para dejar pasar a los ligeros. A la segunda o tercera vez que te pitan, lo pillas.

Cara de extrema concentración: la idea es cruzar por un puente de un solo carril, sin caerse al río ni rozar los bordillos. 

-idioma kiwi: sí, todo lo que hayáis podido oír sobre su peculiarísima forma de expresarse en el idioma de Shakespeare es cierto. Yo no soy bilingüe, pero he lidiado con acentos múltiples, incluidos escoceses (y franceses intentando hablar en inglés), y ha sido la primera vez que pedía, por favor, que me hablasen más despacio. En el lado opuesto está esa gente, sin duda bienintencionada, que te habla como a los tontos y gritando, porque ya sabemos que, gritando, se entiende mejor. En cualquier caso, es entretenido, da para unas cuantas anécdotas y unas risas, y siempre hay alguna forma de hacerse entender.


Cuántas cosas más podría contar... Los pájaros y sus extraños cantos, los escenarios de El Señor de los Anillos, la nieve, los scones recién hechos en un café de carretera, saca foto, párate aquí, qué chulo, graba, para otra vez, qué pasada...Si ya lo dice el título, felicidad extrema.


El monte Cook/Aoraki desde el lago Tekapo

Monte Cook/Aoraki desde el glaciar Hooker

No hay trampa, es así de fantástico


Bostezo de león marino


Perdiendo el respeto a los leones marinos




Milford Sound


Pingüino de ojos amarillos


Pingüinos azules



Abel Tasman National Park



Abel Tasman National Park




Bosque de helechos en Abel Tasman NP








Cascada en volcán Taranaki





Focas en plena pelea








Paisaje en la Forgotten World Highway






Geyser Pohutu en Rotorua






Glaciar Fox








Hobbiton









Kea










Lago Wakatipu









Tongariro NP











Tongariro NP










Volcán Taranaki









Danza maorí



Un par de fotos más, aquí



lunes, 12 de mayo de 2014

El último beso

Hace muchos años leí una reflexión sobre el último beso. Decía que nunca sabemos que, en ese momento, es el último de beso de nuestro amante. No sabemos si nos va a dejar, o algo nos va a separar para siempre. Nunca lo podemos saber. ¿Hubiera sido diferente de haberlo anticipado? ¿Más apasionado, más húmedo, más dulce? ¿O amargo, con la amargura de saberlo irremediablemente irrepetible? ¿Nos habríamos esmerado en alargarlo, en grabar en la memoria cada sabor, cada molécula de su aroma? Pero no lo hacemos, el amante no regresa, y cuando nos damos cuenta, sólo hay un recuerdo difuso de sus labios, difuminado, mezclado con otros besos y otras despedidas.

A medida que avanzábamos hacia el campo base, el guía Soros me avisaba de cuándo iba a ver tal o cual monte. "Mañana al amanecer, desde aquí, verás el Annapurna Sur". Cuando veíamos una cordillera, me los enunciaba, uno a uno, lentamente, casi con devoción. Yo seguía su dedo señalándolos, y memorizaba los perfiles, las aristas, repetía los nombres, sacaba foto tras foto, para no perderme nada. En los días de regreso, yo, queriendo retener esa última imagen, le preguntaba "¿Es hoy el último día en que veremos el Machhapuchhre?" "¿Veremos alguna cumbre mañana?"
No recuerdo el último momento en que mire hacia atrás y vi el Machhapuchhre. Sé que pasó, pero no supe que era la última vez.




martes, 15 de abril de 2014

Otra vez me tengo que ir

Es que no aprendo... Estaba toda contenta después de mi safari en jeep, con los animales, los paisajes, la gente, el sol yema de huevo y la luna rodaja de naranja, y, de repente, me doy cuenta de que mañana me tengo que ir otra vez. Cierto que voy a Kathmandú, y me quedan muchas cosas por hacer que me apetecen, y reencontrarme con la mujer de Tensing y conocernos mejor, pero, ¡irme otra vez! No he tenido suficiente de estos paisajes, no he sacado foto a todos los árboles, se me han resistido el tigre, el oso hormiguero y el bisonte, ¡no he terminado!

Me encantan los paseos por la selva con Suki, el naturalista del hotel. Conoce perfectamente todas las huellas, los rastros (montañas de caca de rinoceronte, por ejemplo). Se para, escucha, está alerta, decide un cambio de rumbo, busca dónde es más probable que aparezca el bichejo. Y si le sigo, bien; si me paro a sacar foto de una hoja, ya puedo ir corriendo detrás de él, que esas minucias no son asunto suyo. Estamos a lo que estamos. Sigue murmurando en nepalí cuando no acierto a ver el hocico marrón de ese cocodrilo marrón en un río marrón lleno de manchas pardas. Hay que ver qué torpe es esta europea.

No sé si todo el mundo apreciará la belleza de estos paisajes, más allá de si se consigue ver animales o no. Para mi han sido unas días magníficos, emocionante al ver la primera rinoceronte, y también el nido de termitas con forma de catedral, las lianas abrazando árboles y matándolos lentamente (Suki no deja de remarcar el hecho del abrazo mortal, yo creo que le trae algo a la mente), las lagunas rosadas con esporádicos hocicos sonrientes de cocodrilos. Dormirse con estos sonidos de película, y disfrutar durante instantes del frescor breve, muy muy breve, de la mañana.



Huella de tigre, lo más cerca que estuve













Todo muy bonito, bucólico casi; pero lo más impresionante, sin duda, ha sido ver las chozas de paja y barro a las puertas del resort. He visto bastantes chabolas y chamizos en Nepal, pero creo que lo que más me ha impactado ha sido verlo tan tan cerca, tan a la puerta de un hotel casi de lujo. No podría haber más contraste.





Son casas bonitas, en realidad. Algunas han hecho fuera un pequeño jardín con flores, tienen un cobertizo para los animales, y están llenas de niños jugando. Hay electricidad, cuando hay, como en el resto de Nepal. Agua, en el patio, con una bomba que sólo había visto en las películas del oeste.Parecen habitables, incluso agradables. Ahora vamos a imaginar estas casas, de techo de paja y paredes de barro, cuando se pase las 24 horas lloviendo en los meses del monzón. Espero que ellos también puedan sacar provecho de los turistas que venimos a ver los animales con los que llevan siglos conviviendo.
Al volver del Safari y pasar por las chozas, he buscado al bebé que vi ayer, envuelto en trapos en el patio frente a una casa, llorando. Hoy estaba en brazos de su abuelo, que le cantaba y sonreía, inmensamente feliz. Le he saludado y me ha devuelto el saludo, sin parar de acunar a su nieto.



Como siempre, miles de fotos más, en mi flickr

Trekking ABC

Creo que con todo este jaleo de aviones y prisas no he dicho que venía a Nepal no sólo a verificar su existencia, sino a hacer el Annapurna Base Camp trek, que dicho así suena a super trekking, y no negaré que lo sea, pero lo puede hacer cualquiera con ganas. Al final, todo el cuestión de subir, bajar, sudar, sufrir un poco, disfrutar mucho, y que te guste toda esa combinación. Al parecer, la mayor dificultad está en la altura: se parte de menos de mil metros y se llega a los 4200 del campo base, lo que es algo un poco serio. Por lo que he leído, la adaptación a la altitud, en igualdad de condiciones (cantidad de días en que se ascienda) no afecta por igual a todas las personas, y esto tampoco tiene que ver con su forma física, una ancianita puede encontrarse perfectamente y un campeón de atletismo puede pasarlo fatal: así pues, si me sienta mal y me tengo que dar la vuelta, mi honor está a salvo. Porque el único remedio contra el mal de altura es bajar, de lógica.
Datos prácticos: cómo, cuándo. Cómo: se puede hacer por cuenta propia, no tiene mucha pérdida, pero contratar guía y porteador no sale caro en absoluto (alrededor de los 50€ por día, alojamiento y comidas incluidas), y no sólo ayudas al desarrollo local, sino que tienes la oportunidad de conocer algo mejor a los nepalíes y su cultura. Cuándo: antes o después del monzón, esto es, marzo-abril o septiembre-octubre. Después del verano dicen que los cielos están más claros y que hay 100% de visibilidad de paisajes; esto se paga con saturación de caminantes.
Yo estoy en la opción marzo-guía-porteador, contratados a través de Acclimatize Nepal, que no sólo organizan trekkings, sino que tienen en marcha varios proyectos de desarrollo en Nepal, en educación y en sanidad, gestionados por nepalíes para nepalíes. Una gente fantástica.



Desde la jaula dorada: no sé qué pasa con esta entrada, que he intentado colgarla varias veces y se resiste. Un poco tarde, porque ya se sabe si llegué o no, pero, ahí va.

miércoles, 9 de abril de 2014

En el calor de la jungla

¡Qué ganas tenía de decir algo así! Jungla... suena fantástico, tantas películas de sábado por la tarde (los de 40 para arriba saben de qué hablo) viendo a las glorias de Hollywood enfrentarse a las bestias, al calor. En esas películas no recuerdo si mencionaban la fascinación de los sonidos, qué música, parece que hubiesen puesto altavoces para dar ambiente. No, no son altavoces, es LA JUNGLA.
La rinoceronte con su cría que he visto bañándose, tampoco estaba puesta como atrezzo; ni los jabalíes, los ciervos, los monos, el pavo real, el gallo salvaje, cientos de pájaros con cantos nuevos para mi, las pedazo de cacas de elefante (hoy sólo he visto el rastro de los elefantes salvajes, y unas cuantas madres con sus crías domésticas), todos estaban aquí antes de venir yo y espero que sigan mucho tiempo después. Y que Suki, el guía del hotel, los oiga y los vea.
A él le parece fácil, pero hay que estar aclimatado también para ver ciertas cosas. Por ejemplo, yo he desarrollado una vista agudisima para las moras, nueces, avellanas, y, en general, todo lo que se puede trapiñar en los montes de mi zona. Pues Suki, lo mismo, pero con otro tipo de percepciones. En el paseo que hemos dado hoy por la selva (paseo por la selva, otra cosa que no me creo que sea posible), se paraba al menor ruido, apuntaba las orejas, es decir, las desplegaba con sus manos para oír mejor, y elegía los senderos para llegar antes y mejor al avistamiento del rinoceronte o del tigre. El segundo no ha podido ser hoy, y casi mejor, no sé si me hubiera acordado de mirarle a los ojos, habría intentado trepar a un árbol o corrido en zigzag. Ya podían ponerse de acuerdo estos animalitos en los protocolos de actuación.
Finalmente hemos quedado bastante satisfechos. Se ha asegurado de que haya sacado bastantes fotos de los rinos y nos hemos dirigido a la zona de cría de elefantes. No me acaba de entusiasmar la idea de animales salvajes en cautiverio, pero por aquí dicen que son muy útiles para vigilar el parque y controlar a elefantes salvajes y rinocerontes cuando se acercan demasiado al pueblo (a las cosechas, básicamente). Aún así, no me gusta ver a unas 10 elefantas atadas con una cadena, junto con sus crías, también amarradas. Dice que pasean libremente por la Parque Nacional durante 4 horas al día, y que se aparean con un tal Ronaldo (antes era Romeo, pero se está haciendo mayor), pero, no sé, ¿se tenía que llamar Ronaldo?
En cualquier caso, un cambio brutal, pasar del arrollador Annapurna a la ruidosa ciudad de Pokhara, y de Pokhara a la orgía de sonidos de la selva.

martes, 8 de abril de 2014

Olive Café, Pokhara

Ahora mismo no recuerdo haberme movido tan poco estando de vacaciones como estos días en Pokhara. ¿Razones? Unas cuantas, veamos: voy a hacer aquí, con la de hoy, tres noches. El día de mi llegada fue el último del trekking, absolutamente agotador por muchas razones, apenas me arrastré hasta el borde del lago y al regresar, por azar, supongo, aterricé en el Olive Café. Esta es la razón número 2, después del cansancio. Hay wifi, café de verdad, un té de jengibre con miel y limón de muerte (se llama ginger warmer, por si os pasáis por aquí), comida deliciosa de todo el mundo (incluso una versión deconstruida de tortilla de patata), terraza en la planta baja y, cuando eso ya cansa, terraza superior, para poder comentar la fauna sintiéndote eso, por encima. Razón 3: no es agradable pasear. Humo, polvo, más humo y más polvo, calor... No lo veo. Me he acostumbrado a verdes montañas, aún no estoy preparada para otros ambientes.
La mezcla de todo han sido unos cuantos taxis y grandes sentadas reflexivas. No creo que sea de preocupar, dos días sentada después de subir y bajar al Campo Base. Además, mi habitación del hotel está en un cuarto piso, y he tenido que subir y bajar unas cuantas veces. Eso también cuenta.
Vamos a lo práctico: ¿qué hacer en Pokhara, además del Olive Café? Será por ofertas, hay miles. Si se viene fresca y descansada, lo obvio es subir a ver la pagoda de la Paz y, al amanecer, subir a Sarangkot para ver el sol reflejado en las cumbres nevadas de los Himalayas. Ninguna de las dos han caído: más que por pereza de andar, por pereza de buscar compañía o contratar un guía. Se comenta que puede ser arriesgado andar sola (o solo) por esos caminos. Verdad o no, no me veía comprobándolo, la gente del trekking con la que me he cruzado ya lo había hecho y, no, para nada tengo ganas de más guías. Demasiado atentos, no más por ahora.
También es casi obligatorio en Pokhara practicar algún deporte rompe-crismas: canoying, rafting, kayaking, parapente y sus variantes. No es lo mío. Otra opción, hacer un trekking a los Himalayas... Vaya, ya está hecho.
Sólo me quedaba, pues, tirar de cultura y sociedad. Paseo en barca de remos (con remero, ¿había dudas?) por el lago Phewa Tal hasta el templo hinduista Varahi Mandir. Extraordinariamente relajante estar por un rato en unas pacíficas aguas, no repetí porque había tormenta. El templo en sí también tiene su interés, instalado en una pequeña isla del lago y muy concurrido por devotos.
Otra opción interesante: visitar la parte vieja de la ciudad. Para ello me hice la intrépida y negocié con un taxista la carrera. 300 rupias me parecieron razonables y me llevó hasta el templo de Bhimsen, con sus tallas eróticas. También me dio la oportunidad de estar un rato en una zona tourist-free (es lo que tiene estar tan lejos de Lakeside, el barrio al lado del lago, lleno a rebosar de tiendas, restaurantes y hoteles), observar a los locales en su ambiente mientras paraba de llover y disfrutar con algunas casas de arquitectura newa, casitas de dos plantas, ladrillo vista, tejados a dos aguas y tallas de madera en ventanas y balcones. Ya con mi gran experiencia en negociación con taxistas pregunto a un individuo bastante guarrete dentro de un coche deshecho cuánto puede salir la carrera a Lakeside. ¡500 rupias!!!! ¡Qué tonto! ¿No se le ocurrió que, tal vez, había llegado allí en taxi y podía saber cuánto era? Por suerte no era mi única opción (aunque estaba más que dispuesta a irme andando toda digna) y unos metros más arriba conseguí el precio razonable y un taxista mucho más limpio.
Esas dos cosas en el mismo día, extenuante... Varias horas de terraza para compensar, y 10 horas de sueño para reponer.
Segundo día entero en Pokhara y hay que espabilar, tengo el deber de ejercer de turistaza. Objetivos: el Museo de la Montaña y el asentamiento tibetano más importante de la zona, Tashi Palkhel. Ambos están por el quinto pino, así que el simpático recepcionista del hotel me vende un taxista que me llevará y me esperará a la salida. Como una lady.
El museo de la Montaña es más que interesante para los aficionados. Describe los pueblos de las montañas nepalíes y de otros lugares del mundo, la geología de los Himalayas y da un repaso a las expediciones más famosas, incluyendo detalles curiosos, como la vestimenta que usaban (anda que no tiene mérito), fotos comparativas de cómo vivían hace 50 años (algo más, serían 50 cuando se fundó el museo) en los Alpes y cómo se vive hoy en día en Nepal, que da como resultado que la única diferencia es el color de la foto, para reflexionar.
La tarde ha sido para el Tíbet. A pesar de que el taxista se ha parado a recoger a su "hermana" y a una amiga (ya hablaré con el del hotel), he llegado a tiempo para asistir a los rezos de la tarde, que acompañan con el sonido de trompetas, entre ellas las famosas trompetas alargadas que tienen que apoyar en el suelo por su peso. Era inevitable hacer comparaciones con el monasterio coreano, más vistoso el rito tibetano, pero más embriagadores los cantos coreanos. En cualquier caso, un buen rato de tranquilidad ganada, porque las encantadoras criaturas que ha recogido el taxista se han pasado el viaje gritando y riendo.
La visita a estos asentamientos se tiene que completar, se quiera o no, pasando por caja. Unos adorables ancianitos tienen sus puestos en el camino al templo, y a la mínima que se les pregunta, te recuerdan lo que sufren en el destierro. Como para no comprar un collar, sin excesivo regateo. Al parecer no tienen muchas más fuentes de ingresos que la artesanía, que no sólo venden en sus asentamientos, sino que también suben a los trekkings y ponen allí sus puestos mientras dura la temporada ese caza de turista.
A la vuelta, casi casi doy un paseo, pero el taxista, compinchado, sin duda, me ha parado justo enfrente del Olive. Hace dos horas. Y aquí sigo.

1-IV-2014 Jhinu

He conseguido apropiarme de la terraza del lodge, todo un logro teniendo en cuenta que nada por aquí un grupitos de franceses, muy dados en estos ambientes a tomar posiciones en las zona más estratégicas. Así que tengo la ubicación perfecta para observar el desfile de caminantes entremezclados con porteadores.
Thamel, Kathmandú: parece breve, ¿no? ¿Sería interrumpida por la horda gala? No es tan fácil arrebatar una terraza a estos grupitos. No, nada de eso. Los franceses siguieron camino hacia arriba, y yo seguí durante unas cuantas páginas rememorando la bajada del ABC. Otra vez tuve suerte y acudieron al rescate una ecuatoriana, un polaco y un francés. Las conversaciones habituales, agradable, sin duda, pero la emoción de los días de subida, la expectación, se ha perdido. Es diferente: ahora también me levanto de madrugada a admirar el Machhapuchhre, también saco montones de fotos, también lo contemplo, lo saboreo a distintas luces. Sé que he estado justo ahí, debajo, respirándolo. Pero ahora tengo que preguntar ¿será está la última vez que lo vemos? Y camino mirando hacia atrás.

domingo, 6 de abril de 2014

31-III-2014 Sinuwa Lodge

Un francés largo y flaco le ha hecho a un niño un perro con un globo. Dice que está en una ONG y que eso es mejor que darles dulces, que es lo que ellos piden. Creo que ha sido después de que se me cayeran las lágrimas porque quería volver a mis montañas.
Como suponía, bajar no ha sido fácil. Doloroso, más bien. Abandonar tan rápidamente el Campo Base, aún no sé si ha sido buena idea. Una noche de escaso sueño otra vez, por no querer perderme nada. En la luz penumbrosa de las 5 de la mañana ahí estaba, el Annapurna, rosa, azul, negro, fabuloso.
Corriendo a las 6 llevo a Soros al punto de la foto: foto del glaciar, foto del Annapurna, Annapurna Sur, Himchuli, ahora con más luz, más naranja, más fantásticos, y también Fishtail, y otra vez, más fotos, la luz cambia.
Bajar hasta el Machhapuchhre Base Camp es una gozada, casi corriendo, la nieve, el sol. Mr. Dev se cae una y otra vez (habrá más de dos metros de nieve y él es el que más peso lleva), pero los tres nos reímos y lo pasamos genial. Seguimos hasta la zona del hielo y las avalanchas, con menos hielo que el día anterior y Soros atento a los ruidos de aludes (yo también, cada vez que entramos en un tramos peligroso corro hasta pasarlo).
Al llegar a Deurali empiezo a darme cuenta de lo que he hecho: emprender el camino de vuelta. Duro. Otra vez muchas ganas de llorar, incluso mal humor. Estamos volviendo sobre nuestros pasos, no me gusta volver por el mismo sitio. En Bamboo, donde se supone que vamos a dormir, no hay sitio, me enfado, estoy cansada y quiero llegar a donde sea. El pobre Soros se agobia con mi enfado, pero se nos pasa enseguida. Me convence de que en Sinuwa habrá sitio, y yo le convenzo de que ni hablar de pararnos a comer en Bamboo si queremos que realmente en Sinuwa tengamos habitación. Así que nos comemos una cuantas escaleras más hasta Sinuwa.
Green Mansions Resort, Chitwan: hasta aquí llega la narración, que he tenido que completar con textos escritos el día siguiente. Como se ve, había sido un día larguísimo, estaba agotada en cuerpo y alma y no hubiera podido escribir gran cosa. Por suerte, un finlandés, el francés de los globos (¡y también ukelele, un fenómeno!), un canadiense y una china de Nueva York me sacaron de mis melancólicos pensamientos y disfrutamos de charlas viajeras hasta cerrar el local (a unas horas intempestivas, las 8 de la noche, creo). Un placer.

28-III-2014 Budha Guest house, Bamboo. Cuando un enchufe en la habitación es un lujo

Xvfv s jgksbdbdosjb?
Sorry?
You married?
Yes. (mentirosa!)
And husband, in Nepal?
No husband at home, working. I'm here, holidays.
Jajajajajajajajaja.
Se ve que las mujeres nos entendemos bien. A la señoraza que regenta el Budha Guest House le parece estupendo lo del husband working y yo holidays. Un día de estos voy a probar a decir que no tengo husband, a ver qué pasa (que sería la verdad, no tengo husband, tengo pareja, pero no voy a entrar en explicaciones largas con este tema). Es un asunto que parece interesar mucho por aquí, te miran de arriba a abajo, calculan tu rentabilidad, y le preguntan a tu guía por tu estado civil. Halagador.
Otro bonito día por estos caminos de Buda y Rama (y unos cuantos dioses más, hay variedad). En este momento me está costando acordarme del comienzo del día. Veamos: estaba en una casa encaramada a una ladera, donde, tras dura lucha de miradas, he conseguido dormir sola, y no con la enorme, gigantesca, gorda y peluda araña que amenazaba con aterrizar en mi saco. Desayuno al sol, mochila y escaleras ukaalo (cuesta arriba), escaleras ouralo (cuesta abajo). Calor, mucho calor. Más calor. Buenas vistas del Machhapuchhre (Fishtail para nosotros, por la bonita forma de su cima, razón por la cual casi todos los albergues tienen llaveros con forma de pez), buenas vistas de paisajes con cultivos en terrazas. Incluso un pueblo grande hemos visto, Chomrong, con pista de baloncesto, clases de yoga, hasta un pequeño monasterio con su lama.
Parece que no me impresionen los paisajes. Falso. Impresionan, por supuesto. Pero nada en comparación con la gente (tópico, lo sé, por algo lo es). Sonrientes, ceñudos, curiosos, aún vestidos a su modo tradicional, veo que quedan lugares a salvo de Inditex. Niños jugando y niños trabajando, guías que se saludan, comentan sobre su carga (o sea, yo), mujeres en cuclillas lavando la ropa, fregando los cacharros, trabajando en el campo...
Las escaleras. Miles.


Saludos desde la jungla: a esta pobre criatura se le olvida explicar los títulos. En este trekking se paga por casi todo: lo obvio (comida, alojamiento) y los lujos (ducha caliente, recargar el móvil). Por pura lógica, a medida que se asciende es más caro todo. Estaría bueno, sólo de verles cargando a las espaldas bombonas de gas y cajas de cervezas por esas paredes de escaleras, como para no pagar. La luz también cuesta, en caso de que la haya, y no encontrareis enchufes en las habitaciones, sino un gran enchufe comunitario en el comedor para que cada uno acople su dispositivo. Sin embargo, oh sorpresa, en Bamboo no quedaba sitio y echaron a un guía de su habitación para dármela a mi (inútil quejarse, aquí ni siquiera se puede retirar uno mismo el plato de la mesa, parece que pones en evidencia a quien supuestamente se encargue de eso), y ¿qué había en la habitación? ¡Un enchufe propio! Me pareció un lujazo, electricidad a mi disposición, podía recargar el teléfono sin estar pendiente de los hurtos, algo que, según insisten los locales, se da con cierta frecuencia.

Annapurna Base Camp

Justo a tiempo, nos hemos librado de la nevada. Hielo, mucho hielo esta mañana, muchas dudas, conatos de retirada, si no es por estos campeones en vaqueros y playeros, me doy media vuelta. Realmente, es todo cuestión de cabeza. En cuanto he superado el pánico, todo ha empezado a ir mejor. Muy mala noche, escuchando el granizo sobre el tejado e imaginando avalanchas. Hoy parecemos todos de lo más profesionales (aquí me refiero a los extranjeros). Los guías y porteadores ya se han agrupado para descojonarse de nosotros.
La altura: me ahogaba al llegar al letrero y pensar, pensar... Incluso me he tenido que desabrochar la mochila, mal rato. Otra vez, todo estaba en la cabeza. Espero que la foto de los tres junto al cartel de bienvenida al ABC haya quedado bien, sería para enmarcar.
No estoy especialmente inspirada hoy. La primera parte del día sólo podía pensar en respirar y no caerme; después, ya sobre una nieve perfecta, bien aplastada, respirar y respirar. Cuando Soros me ha señalado el ABC, no le creía, me parecía muy cerca, pero una señal indicaba que faltaba aún una hora. A veces, mientras caminamos, creo que ha pasado 5 minutos y realmente es una hora.
Vaya cuadrilla de vikingos y vikingas que se ha juntado aquí.
Creo que aún no he explicado la rutina al llegar a las paradas: el guía y la persona encargada del refugio negocian, creo, la habitación, porque no siempre me encasquetan directamente, a veces se toman su tiempo. Soros me indica dónde están la ducha y el baño, y cómo funciona el agua caliente. Yo apilo mis cosas y me introduzco en el antro de turno. Al salir de la ducha, convertida de nuevo en persona, me acerca el menú para que pida la comida. En algún momento antes o después supongo que comen ellos. Después, la tarde transcurre vagueando, escribiendo, jugando a las cartas o en puro estado vegetativo, como creo que va a ser hoy. Los cuire nos sentamos en una zona, ellos en otra. Cada cierto tiempo, los guías se acercan a sus cachorros para ofrecernos té. A eso de las cinco, vienen para que elijamos la cena y a qué hora la queremos. Nada más terminar de cenar, elegir desayuno y horario para el día siguiente.

Desde mi confortable resort en Chitwan: pobrecilla, sí que durmió poco, y sí que se puso emocional al llegar al ABC y tuvo que hacer un gran esfuerzo por pensar en cosas intrascendentes, porque le salían lagrimones y se ahogaba, un momento intenso.
Aquí habría que añadir también una explicación meteorológica sobre este trekking. El tiempo está asegurado: calor durante el día, mucho calor, tanto que, a la media hora de empezar a andar, o incluso antes, ya se despide un atufante hedor (no entiendo cómo hay quien no se ducha en cuanto llega), y, a partir de las 12:00, ya se puede esperar que comiencen las lluvias torrenciales, que son granizada o nevada, dependiendo de la altura. Cielos despejados y fantásticas vistas por la mañana, cielos nublados al atardecer. Con esto quiero explicar que, para cuando se llega al Campo Base, ya no ves más que los edificios de los refugios, porque o esta nevando o empieza a nevar, y hay que esperar hasta el amanecer siguiente para gozar con los Annapurnas y el Machhapuchhre. Pero, al día siguiente, primer día de bajada, tampoco es conveniente demorarse demasiado a la salida, porque hay que llegar a la zona de las avalanchas antes de que el sol caliente y menee la nieve. ¿Tal vez debería haber hecho dos noches en el ABC y disfrutar unas horas más de la cercanía de las cumbres? No lo sé; en cualquier caso, no lo hice.

sábado, 5 de abril de 2014

29-III-2014 Shangrila Guest House, Deurali 3200 mts. Furbo e' furbo

Extraños cambios de comportamiento que la sujeto experimenta desde su llegada a Nepal:
  • Falta de apetito: no se aprecia el habitual interés por chocolate, pan, dulces y en general todo ese tipo de sustancias a las que tan aficionados somos en Europa. Y mira que el señor Soros insiste en ofrecerme galletas, pero no, no hay ganas.
  • Falta de sueño: esto es raro. La sujeto, dormir, lo que es dormir, duerme, pero más por costumbre que porque realmente llegue a sentir esa necesidad. Se limita a apagar el libro (¡nueva expresión!) cuando calcula que es hora y a cerrar los ojos. A partir de ese momento transcurren horas de duermevela, pero sin llegar a apreciarse verdadero cansancio.
  • Falta de neuronas: aunque no se pueda certificar categóricamente el auténtico motivo de este fenómeno, parece casi seguro que la sujeto se ha propuesto, de forma voluntaria, hacer un reseteado a fondo, para lo cual debe situarse, de vez en cuando, en un estado letárgico, a medio camino entre la hibernación y llevo una hora buscando la siguiente palabra, prueba del patético estado mental de la sujeto el sueño de una crisálida (¡la encontré! Sólo una semana más tarde, encontré el final de la frase).
Madre del amor hermoso, ¡qué forma de granizar! Me arrepentiré de esto cuando esté en Chitwan, pero ahora mismo me encantaría estar en una tranquila y caliente zona tropical. Llevo puestas casi todas las capas de ropa que tengo y aún no estamos en el Campo Base.

Nota desde Chitwan: pues no se está nada mal aquí, de momento se aguanta el calor. Repasando los síntomas de la sujeto, y su agravamiento a medida que subía, tal vez tuvieran algo que ver con el mal de altura. Nada que no se arregle bajando (sueño recuperado, no tanto las neuronas y el hambre). Cierto que he dicho que no iba a retocar la redacción original de las entradas, pero visto que ni expliqué el título, algo más creo que debo contar.
Por qué se interrumpe la redacción: por puro cotorreo. Hasta ese día no había hecho grandes migas con nadie, sólo conversaciones esporádicas con otros cuire (extranjero en nepalí) y más breves conversaciones con guías y porteadores, que tienen, en general, un nivel muy básico de idiomas (bastante mérito hay en lo que chapurrean, qué vida más dura). Sin embargo, a partir de Bamboo, empecé a formar grupito con Erinna, Jichi san y Yota san. En este tipo de trekkings se llegan a hacer grandes amistades en poco tiempo, pero, por error, di por hecho que nos seguiríamos viendo hasta el último día. No fue así, no todos vamos al mismo ritmo, y no tengo sus mails. ¿Estáis ahí? Absurda llamada, lo sé, encontrar una persona en internet sin más datos es más difícil que diferenciar una bola de granizo de otra de las que cayeron aquella tarde en Deurali. Hecho está el intento.
Qué queda por contar de ese día: para empezar, qué menos que el título, ¿no? Puede que alguna vez haya hablado de mi escaso interés por el fútbol a pesar de que sea una forma fácil de comunicarse en casino cualquier lugar del planeta. Sin embargo, y a causa del mal de altura, sin duda, cuando llegamos al Shangrila de Deurali y me encontré una pedazo de bandera del Athletic de Bilbao presidiendo en comedor, tuve un arranque de inusitado orgullo patrio y le expliqué al público presente que ese era mi equipo. Lo dicho, 3200 metros pueden causar algún efecto secundario.
También pedía un poco de tranquilidad: me refería a las avalanchas. A partir de Deurali y hasta el Campo Base hay unas cuantas zonas con peligro de avalancha. Incluso estando en el Shangrila, se oyó un estruendo y nos hicieron salir a todos corriendo (run, run!). No había sido en el refugio, pero cerca. No esa noche tampoco dormí gran cosa.

jueves, 3 de abril de 2014

27/marzo/2014 Dos horas más lejos de lo previsto

Esto de poner la fecha no es algo gratuito: tenía tantas ganas de olvidarme de relojes y horarios, que tengo olvidado el día en el que estoy. Así, al poner el título, reconecto con el calendario.
Conectar... me cuesta creerme el mundo por el que estoy caminando. Poco después de llegar a la casa donde vamos a dormir en Ghurnung, ha venido el guía a preguntarme si tenía medicinas para un niño. El chiquillo, de unos 9 años, tenía un corte en la palma de la mano y la piel levantada, una herida bastante profunda. Por supuesto que tengo medicinas, ya se encargó mi médico de darme una buena lista de porsiacasos, entre los que había una pomada antibiótica, gasas con alcohol, gasas, esparadrapo (dos neceseres en total me he traído). He hecho lo que he podido, no soy médica, pero no creo que servia de mucho si no le ponen la antitetánica. Se lo he comentado al guía, no sé si no me ha entendido o no es posible que le atienda un médico, porque la solución que me ha dado es que mañana pasará otro grupo y ya le volverán a curar.
No recuerdo si he explicado algo de la situación en Nepal. En Kathmandú ya me sorprendió que muchas casas no tuviesen agua corriente (sabía lo de los cortes de luz); esa precariedad se multiplica peligrosamente en aldeas colgadas en la montaña, sin más accesos que senderos, aisladas en los meses de invierno. Al menos, en los lugares por los que pasa en trekking, agua hay; no es así en los que no tienen la suerte de ser parte de una ruta. E incluso en estos, las condiciones sanitarias son lo que he visto hoy, pedir a quien pase algunas medicinas. Me he sentido muy inútil, pero a la vez me alegro aún más de haber coincidido con Mingma sherpa, conocer sus proyectos para ayudar a su gente y poder colaborar, aunque sea sólo con unos pocos euros, porque mis abundantes conocimientos sobre contabilidad y otras gaitas no creo que sean de mucha utilidad: aquí hay carencia de personal médico y de ingeniería.
Vamos con la crónica de la etapa: por fin he cogido el ritmo. Estaba ligeramente mosqueada, no acababa de disfrutar los suficiente, algo raro había. Fácil arreglo: 5 a.m. subida a Poon Hill, 3100 metros, para ver amanecer en la cordillera del Daulaghiri y unos cuantos Annapurnas (no hay palabras, grandioso podría acercarse); bajada de nuevo al Hungry Eye para desayunar y recomienzo de etapa subiendo otra vez a 3000, bajando, subiendo, bajando, bajando, todo por escaleras. Los que sepan de lo que hablo me comprenderán, y a los que no hayan disfrutado de esta delicia asiática de los montes con escaleras, les informo: no tiene nada que ver 1000 metros de desnivel por escaleras o por monte a pelo. Ni de lejos. La escalera te obliga a dar un paso mucho más forzado, no hay lugar para avanzar vistarei vistarei. Bueno, sí, parando cada 5 minutos (o menos). Vamos, que a la vuelta no subo ni un peldaño, voy a ser la reina de los ascensores.
Para mi asombro, Soros me ha visto con mucho fuelle, porque no le ha parecido suficiente con llegar a Tadapani (el fin de etapa previsto en un principio) y hemos tirado para adelante dos horas más. De escaleras, por supuesto. Cuesta abajo, para deleite de mis rodillas. La excusa es que así vamos avanzando y recortamos algo de las siguiente etapas, que si no iban a ser demasiado largas. Los dos días antes del Campo Base se camina por encima de 3000 y eso es una cosa seria.
No he puesto objeción: primero, porque ya le he dicho que confío en él plenamente. Lleva más de veinte años dedicado a esto, algo sabrá. Segundo, porque así me separaba del grupito que llevo viendo estos días y que, no es que me caigan ni bien ni mal, pero son muchos, mucha gente para compartir camino a todas horas. Hasta Tadapani, Poon Hill incluido, éramos legión, más de 200 personas. Después de Tadapani hemos estado prácticamente solos, hemos podido escuchar a los pájaros, trotar a nuestro aire sin tener que dejar paso a los elfos veinteañeros ni adelantar a jubilados japoneses. Entiéndase, que me parece genial, que todo el mundo tiene derecho a venir e ir al ritmo que mejor le parezca. Entiéndase también que, si se puede, disfrute de los bosques nepalíes y sus sonidos naturales, entre los que no está el alemán, francés, inglés, noruego, castellano, japonés, chino. Todos majísimos, seguro, ya me los volveré a encontrar y tomaremos una cerveza.
Y hoy, por fin, el guía ha sudado de lo lindo. Ja. El porteador no, él debe de coger algún atajo que no me quieren decir, porque siempre le veo en lo alto de alguna cuesta esperándonos. ¿Será por eso lo de Mister?

26-III-2014 Ghorepani, Hungry Eye hostel

Esto es una mega urbe: tiendas, librerías, puestos de bisutería... La repera. Grandes edificios, a los que se añadirán cada año más: al menos 3 nuevos albergues en construcción he visto hoy por el camino, que ha sido corto y tranquilo. La emoción ha venido a las 6 de la mañana, cuando me he asomado a la terraza del Super View de Ulleri para comprobar que, en efecto, había una super view del Annapurna Sur. Otros días la volveré a ver, seguro, esta y otras montañas, pero no creo que vuelva a temblar como lo he hecho hoy. He tenido que esperar y calmarme antes de poder sacar unas fotos, con la lágrima puesta, eso no se podía evitar.
Camino corto, decía, que he hecho muy vistarei vistarei. Ahorrando fuerzas, le digo al guía. Un poco de eso y un mucho de evitar lesiones y de disfrutar. No quiero que se me arruine el viaje por andar a saltitos como los elfos adolescentes que se ven trotando de colina en colina. Aún así, según el señorín Soros (dicho esto con afecto, pero es lo que pensé cuando le vi, un señorín), era pronto para llegar y nos paramos a almorzar en una de las cientos de tea houses que hay. Esta parte del recorrido es muy transitada, mucha gente sólo va hasta Ghorepani y Poon Hill, por lo que el tráfico de caminantes y porteadores es más que intenso. Cierto que la gente que vive aquí está muy necesitada de hacer negocio, comprensible; pero tienen ya un grave problema con la basura, hay todo tipo de desperdicios por el suelo, a lo que se suma tener que proporcionar agua caliente y comida a las muchedumbres que venimos. Hay que recordar que no hay carretera, sólo caminos empinados, y que todo (bombonas de gas, vigas de madera, cemento, comida, bebida), todo, llega a las espaldas de los porteadores, salvo algún que otro pony, en minoría con respecto a los humanos.
Soros me gestiona una buena habitación, justo encima de la chimenea, por lo que espero no pasar frío por la noche. Para dormir tendré que esperar a que el ambiente baje: es precisamente alrededor de la chimenea donde guías y porteadores se concentran y comparten anécdotas, de su guiados, creo yo, por las palabras sueltas que se cazan y las carcajadas que se echan. Algo habrá que dormir, no mucho, a las 5 hay que subir a ver amanecer en las montañas desde Poon Hill.

25-III-2014 Ulleri, Super View Guest House

No hay una buena caminata sin dos momentos fundamentales:
-reflexión vital: ¿por qué carajo estoy haciendo esto? Este pensamiento revelador suele aparecer a mitad de una cuesta, y se intensifica por cada metro que se sube. Si la cuesta está tallada en escalones, podemos llegar a conatos de rebeldía y amagos de plante. Mil metros de escalones me he comido hoy.
-podría estar horas aquí sentada sin hacer nada: una vez pasada por agua, mi ropa y yo, ambas muy necesitadas de ello, debido a nuestro avanzado estado de pestilencia, se experimenta otra revelación divina, o aún mejor, una levitación cercana al nirvana. Justo ahora estoy flotando por encima de este cuaderno (me sentía tradicional después de hacer la colada en el lavadero y he dejado el iPad que ha arrastrado Mr. Dev en la mochila). Que no se entere.
Hoy Soros me ha dado unas lecciones muy prácticas de nepalí. A saber:
  • yamyam, yamyam: vamos, vamos
  • lolo lolo: OK
  • vistarei: esencial si se quiere conservar el corazón y los pulmones. Viene a ser "más lenta, bonita, que no hay prisa", aunque horas más tarde puede traducirse por "estimado señor guía, me va a dar algo, ¿le importa si paramos cada 5 minutos?" Tiene que entender que él no sólo ha nacido en algún pueblo por aquí, en las nubes, sino que lleva más de 20 años dedicado a la noble tarea de guiar entusiastas montañeros y eso tiene que tener algún efecto positivo en su resistencia. Algo más que la que se consigue sentada delante de un ordenador 8 horas al día.
Aún así, hemos llegado demasiado pronto para su gusto, no me ha quedado claro si iba muy rápida o muy vistarei.

Lo del look especial trekking me tiene algo más que mosqueada. Mi mochila fue literalmente registrada por Mingma en Kathmandú: pantalones, calcetines, guantes, gorros, chaquetas, todo tenía que ser superprofesional. En cambio, lo primero que me he encontrado eran un guía y un porteador en vaqueros y zapatillas. Está bien, pienso, quizás ellos no necesitan tanta parafernalia y somos los extranjeros los que nos tenemos que preocupar por esos temas. En cambio, llevo todo el día observando a guiris de medio mundo desfilar, y no recordaba haber visto nunca en el monte semejante variedad, falditas incluidas. En el otro extremo, en el top de la preparación, no podían ser otros: los japoneses. Polainas, guantes y múltiples accesorios en bonitos colorines. También se llevan el premio a los más educados: fácil, porque no había hecho un camino, trekking o monte en el que me encontrase a tanta gente y tan pocos saludasen. Rarísimo, y he estado en varios países en los que he podido saludar en unos 5 o 6 idiomas. Parece que a los alemanes y franceses les hubiesen cortado la lengua de repente.
El hostal se llama Super View... Tendrá que ser mañana al amanecer, porque la super vista del Annapurna hoy tenía nube. Tengo paciencia, le daré otra oportunidad.
La gran conquista del día ha sido ser rescatada del grupito de guiris variados para reunirme con los guías en torno a la estufa de leña. Soros está entendiendo que no vengo a conocer media Escandinavia y parte de Andalucía, y tan sólo cuatro horas después de verme disfrutar de mi soledad en un comedor petado de gente estupenda, seguro que sí, pero ya conocida, me ha rescatado para su círculo local. Hemos repasado mis nociones de nepalí, incluido curie, la palabra con la que se refieren a los extranjeros y se han reído un rato. Encantada con la breve experiencia.
Ahora ya en la habitación de vuelta a la modernidad, tecleo y tecleo en el iPad a la espera de que el personal tengan a bien dar por terminada la velada. Las paredes son finas como cortinas, promete ser una noche de tapones en los oídos.

Nota posterior: hay y que ver cómo cambió mi opinión sobre los guías y los guiris...

Comienza el trekking

19:57 de una oscura noche en Birethanti, oscura porque no hay luz desde hace días. Grandísimo invento la lámpara frontal.
Si me hubieran pedido una descripción de cómo creía que era un albergue de los Himalayas, se hubiera parecido bastante al Waterfall hostel, y menos al hotel con habitaciones en suite al que iba destinada, y que me ha sido arrebatado por 26 guiris, para disgusto de mi guía. Pobre, no sabe que he hecho el camino de Santiago y el Landmannalaugavegar de Islandia, en mucho peores me he visto. Aquí tengo habitación, lujazo.
Total, sólo he tardado 7 horas en llegar de Kathmandú a Pokhara (dice Soros, el guía, que es una buena marca). 7 horas por carreteras de tráfico imposible: camiones multicolores, motos, autobuses "tourist only" y autobuses "nepalese only", que no tenían el letrero, pero se entendía quién podía viajar en cuál. El paisaje, barrancos aparte, casuchas al borde de la carretera ofreciendo comida y alojamiento a los usuarios de la highway (tiene ironía llamarle highway a un camino de tierra), campos de arroz, montes resecos a la espera de la temporada de lluvias y miles de detalles para ilustrar un monográfico sobre estereotipos del Asia pobre y las brutales diferencia sociales. Gigantones turistas apuntan con sus objetivos a la mujer-hierba, invisible bajo el fardo que carga, al tiro de dos bueyes trabajando un campo inundado, a las mujeres con vestidos rojos, morados, verdes y azules inclinadas sobre la tierra. Yo lo observo desde mi asiento en el autobús con aire acondicionado.
En la estación de Pokhara busco el letrero con mi nombre, entre el enjambre de letreros. Me recibe alguien, no recuerdo cómo se presenta, pero que me verá a la vuelta, Soros y Mr. Dev. Soros es un hombre de mediana edad (qué sutilmente indefinida es esa expresión), que nació en una aldea arriba, arriba en las montañas, pero que lleva 20 años viviendo en Pokhara. Habla algo de inglés, y está extremadamente atento a mis pasos. Mr. Dev dice llamarse Dev, pero Soros me dice cuando no nos oye que realmente es MISTER Dev. Creo que es adolescente, pero tal vez me equivoque. Tampoco tiene pinta de ser un gran porteador, pero igualmente puedo equivocarme.
Un pequeño paseo desde Nayapul nos ha traído a Birethanti. Realmente, un lugar dejado de la mano de los dioses, tapizado de restaurantes, tiendas y hoteles, que ofrecen lujos que ellos no tienen. Niños de postal de ONG me dicen "namaste", o me piden un boli, o me miran con curiosidad. Ancianas en cuchillas fuman y me odian desde sus ojos cerrados por las arrugas. Soros también se disculpa porque este pueblo no sea bonito. Le explico que está bien, que es lo que es, real. No le consuelo.
-Mañana será mejor, mañana y pasado veremos montañas, veremos los Annapurnas.

Nota: una de las muchas penalidades que sufren en Nepal es los problemas con la luz. Cortes muy frecuentes y de varias horas. No he tenido wifi casi ningún día del trekking, por lo que estos posts se publican con posterioridad, sin retocar más que la gramática y las erratas, pero, me temo, que sin fotos, porque la red es muy inestable y no hay forma de subirlas. Eso si lo consigo, porque en este momento en el hotel la luz es de generador. ¡Todo llegará!

domingo, 23 de marzo de 2014

Kathmandú existe

Era uno de los objetivos, comprobar que existe Kathmandú y que no es un lugar imaginario, como Rivendel o Atananarivo (ah, ¿que está en Madagascar? ¿Cuál, Rivendel o Atananarivo?)
Sí, existe Kathmandú: lo he visto, olido (a polvo e incienso), probado (pizza, arroz con lentejas) y ahora mismo lo estoy oyendo perfectamente, suena a concierto de cláxones. De momento no me molesta, me ayuda a sentir que esto es real.
Porque hay otras sensaciones que me siguen pareciendo un sueño:

Estupa de Boudhanath

Boudhanath
Hombre en Patan

Plaza Durbar, Patan

Hablando de sueño: mucho, kilos de sueño. El divertido periplo Bilbao-Estambul-Dubai-Delhi-Kathmandú casi me hizo dudar (sólo "casi") de si realmente merecía la pena pasar 26 horas en cuatro aviones y cinco aeropuertos para llegar de noche a una ciudad a oscuras y subirme a un coche con dos desconocidos que, circulando por calles y callejones casi desiertos, parecía que no iban a dar con el hotel. Tendría que contar todas las conversaciones con Mingma sherpa, el responsable de Acclimatize Nepal y una persona extraordinaria; también tendría que explicar las caras, los camiones de colores, cómo es un colegio normal o en cuántos idiomas saben pedir caramelos los niños; a qué horas cortan la luz y el ronroneo del generador del hotel. Qué puedo comer y beber, y qué no, porque el agua no está potabilizada. O cómo el habitual gesto de cruzar la calle aquí está entre el arte y deporte de riesgo. Conducir ya entra en el campo de los fenómenos inexplicables.
Lo contaré, y mucho más, pero ahora tengo que generar energía: mañana a las 7:00, autobús a Pokhara; de ahí, en coche a Nayapul y comienzo del trekking hasta Birethanti.

Fuente comunitaria en plaza Durbar, Patan


viernes, 21 de marzo de 2014

Próximo destino: el país de los Himalayas

Este raro, húmedo, caliente y cansino invierno, que nos zarandea con ciclogénesis de viento sur, nos aplasta con días plomizos, tan plomizos que parece que el cielo fuera a caer sobre nuestras cabezas... Pues nada, que me piro. A Nepal. A ver los Annapurnas, a comprobar que Kathmandú existe y no es una invención propia de un libro de aventuras del siglo XIX.

¿Decisión precipitada? Imposible, hay que pensárselo con mucho tiempo de antelación, salvo que ya se esté vacunado para casi todo. En este momento, estoy protegida contra tétanos, tifus, hepatitis A, hepatitis B y meningitis; en mis botiquines de viaje (botiquines en plural, uno facturado y el otro conmigo, por si acaso) tengo antibióticos, antihistamínicos, anti malaria, suero, antidiarreicos, anti mosquitos, antinflamatorios, analgésicos... Y más, todo meticulosamente empaquetado con plástico antigolpes y anti agua. Aunque, en estos momentos, no soy capaz de recordar qué está dónde. Ya aparecerá, mejor no tener que buscarlo.

Los últimos minutos antes de salir para el aeropuerto. Creo que ya me he despedido de casi todos los compañeros, que siguen con su vida y con su porra de fútbol; la mesa, medio recogida; la casa, en estado de extremo caos; los nervios, a tope; la cabeza, llena de montañas...



Annapurna Sur desde el campo base, al amanecer. Imagen propiedad de Wikipedia Commons, espero que, a la vuelta, haya una de mi propiedad.

Ya está casi todo dicho. ¡Nos vemos por el camino!